miércoles 5, febrero, 2025

La resaca

Federico Berrueto

Con alivio y con reconocimiento a la presidenta Sheinbaum se celebró en el país la decisión del gobierno de Donald Trump de posponer la aplicación de los aranceles por un mes. Un explicable sentimiento de triunfo porque todo parecía en el ámbito de los políticos que sí iban a imponerse los impuestos a las exportaciones mexicanas y canadienses. Los inversionistas fueron más cautos y por ello el tipo de cambio no sufrió una embestida mayor.

Hay espacio para creer que el anuncio de los aranceles y su inminente aplicación fue un caso de extorsión hacia sus socios comerciales. Ebrard dice que la presidenta Sheinbaum lo convenció, difícil sea cierto, tan es así que lo mismo sucedió horas después con Canadá y el presidente Trump como AMLO no son políticos propensos a las razones; son calculadores y actúan a partir de sus fijaciones.

Después de la fiesta viene la resaca. En ambos países hubo sometimiento a las exigencias de Trump y no sólo eso, la opinión pública y el aparato político participó de las decisiones impuestas, particularmente la visión punitiva como fórmula para resolver las adicciones en su país y todavía peor, obligar a sus vecinos a militarizar la frontera para frenar el comercio del fentanilo y el tránsito de migrantes.

Para llamar la atención no tanto la condescendencia de los jefes de gobierno de Canadá y México; explicable en el primer caso, las elecciones a la vuelta de la esquina, mientras que la presidenta Sheinbaum sabe bien los efectos que tendría un gravamen a las exportaciones de México. Notoria, la manera como el conjunto de ambos países participa del amago del bully y convalidan un objetivo imposible de cumplir, porque el narcotráfico y la migración son problemas que no se resuelven por voluntad de gobiernos. Se puede mitigar, con un elevado costo como es la violencia en lo primero y los derechos humanos en lo segundo, pero no desaparecer.

Combatir al crimen organizado y la violencia es obligación del gobierno, tarea muy diferente a la de acabar con el narcotráfico, particularmente el de fentanilo, porque no es complejo producir y es fácil transportar y comercializar, especialmente, como lo ha dicho con acierto la presidenta Sheinbaum, si no hay una visión que dé espacio a una respuesta de salud pública relacionada con las adicciones.

El gobierno tiene que recuperar el monopolio de la violencia abatiendo la impunidad. El problema es que la complacencia de los pasados años ha permitido que el crimen participe de la economía y de la política locales. No será fácil revertir el deterioro institucional, que obliga actuar en todos los frentes con determinación y persistencia. La protección política de los alcaldes y gobernadores vinculados al crimen revela que, por el momento, no se ha decidido llegar hasta sus últimas consecuencias. Es más fácil emprender una campaña publicitaria contra las adicciones que proceder contra el gobernador Rubén Rocha, claramente implicado en el asesinato del diputado Melesio Cuén, en una acción que lo relaciona con los cárteles del narcotráfico. Los asuntos se resuelven bajo el tamiz de la conveniencia política y electoral, la justicia no da para eso.

Militarizar la respuesta al tema migratorio y criminalizar al migrante conlleva la violación de los derechos humanos, justo lo que reclama la presidenta Sheinbaum respecto al trato de los connacionales deportados. Al igual que la criminalidad, en la migración, el gobierno mexicano ya no invoca la necesidad de atacar en sus causas el problema porque el argumento era engaño, un recurso para que el Estado no cumpliera con sus responsabilidades. Además, no debe soslayarse que en los últimos años la migración es porque las familias huyen de la violencia; en la medida en que el gobierno no recupere el control de territorios bajo dominio del crimen y construya una normalidad económica y social, imposibilita a los migrantes regresar a sus lugares de origen.

La resaca después de la fiesta por la pausa obliga a una reflexión más realista de la situación. Todo anticipa que los compromisos de México con Trump habrán de ser solventados con lo espectacular y a la medida de sus prejuicios, convicciones e intereses como es el ostensible despliegue de tropas. Sin advertirlo, los países se van sometiendo a su visión muy lejana de los valores humanistas que han inspirado al mundo contemporáneo. Militarizar, estigmatizar, imponer, reprimir y excluir regresan por la puerta grande ante la impotencia de algunos y la pasividad de muchos. La derrota que se avecina, con o sin aranceles, es mayor de lo que ahora se advierte.

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