Don Tacho: el intendente de la primaria
Para Don Tacho todo ha sucedido como un cuento que le ha dejado muy lindos recuerdos. Viesca es más que su casa, dice que ahí todo es tranquilidad y paz
Salvador Hernández Vélez
Anastasio Hernández Castruita nació el 27 de abril de 1943 en Viesca. Fue el quinto hijo de Juan Hernández de la O y Petra Castruita Mena. De sus hermanos sólo sobrevive Gabriel, quien radica en General Terán, Nuevo León. Tacho cursó su educación primaria en la Escuela Gral. Andrés S. Viesca. Se dedicó a trabajar en el campo, sembraba cuando los manantiales estaban en su apogeo. También aprendió a elaborar carbón de mezquite y el proceso de la extracción de la cera de candelilla. Recuerda sus viajes a San Pedro de las Colonias para la pizca de algodón, a las 5:00 de la mañana se juntaban en la plaza para trasladarlos a los campos de algodón, se quedaban toda la semana y los regresaban los sábados a medio día. Además, le sabe a la albañilería.
De niño jugaba a la canica, al trompo y al beisbol (antes no se jugaba futbol). Tiene presente que las canicas las compraban en la tienda de Chonita Adriano, ahí podían comprar de todo. Chonita era de carácter muy fuerte: se enojaba y los regañaba si nada más iban a preguntar y no compraban, o si veía que primero habían pasado a la tienda de enfrente, de la señorita Cleotilde, no les vendía. Tenían que pedirle a otro niño que las comprara.
Los trompos los hacían de tronco de álamo o mezquite. Preferían el álamo porque era más moldeable. La cuerda para hacer girar el trompo la elaboraban de un calcetín ya sin usar, le sacaban la hebra, la estiraban y la enrollaban varias veces hasta obtener la cuerda. Para el beisbol hacían el bat de un palo de pinabete y usaban cualquier pelota. Hoy, a los niños todo les compran o sólo juegan con las pantallas, se privan de usar su creatividad para solucionar sus juegos y de estos procesos de artesanía.
Asimismo, se trasladaban a los manantiales en burro, a pelo. Eso era pura felicidad, meterse a bañar en los ojos de agua. Recuerda que se tomaban de la mano y avanzaban hasta que el agua les llegaba a los hombros, luego se regresaban. Sus papás los dejaban ir solos y nada más les indicaban que tuvieran cuidado. Las flores blancas bajo el agua en el manantial de Juan Guerra les impresionaban. También les tocó ver sardinas chiquitas. Don Tacho nunca pensó que eso dejaría de existir. El túnel fue el último manantial; se extinguió alrededor de 1957.
Final del formulario
En Juan Guerra hubo casas muy grandes y elegantes de los hacendados, tenían ventanales enormes de fierro, puertas de madera y vidrios, y cocinas con chimeneas. Las paredes eran de adobe más grande que el de hoy y los techos de madera con lámina estaban muy bien estructurados. Su papá le platicó que en Juan Guerra hubo una fábrica de guayule que producía materia prima para hacer hule.
En la casa de los papás de don Tacho, en el barrio de Coyotes, tenían una noria de la que sacaban el agua, así era en todas las casas, pero al dejar de llegar agua del río Aguanaval a la Laguna de Viesca, se agotaron las norias y manantiales. Se acabó el agua y se acabó la vida del barrio de Coyotes.
En el año de 1968 inició su trabajo de intendente en la escuela Andrés S. Viesca. Trabajó por 32 años. Se jubiló en el 2000. Tenía la escuela muy limpia, los árboles podados y los sanitarios impecables. Ahí vio crecer a varias generaciones de niños. Siempre ayudó a los que no traían para comprar golosinas, no le gustaba verlos llorar. Cuando se requería, se ofrecía para ir a dejar un recado a algún padre de familia, lo hacía con gusto, pues antes no había celulares. Compartía su lonche con los niños que no llevaban para almorzar. Hoy, niños, papás y algunos abuelos, lo saludan en el pueblo con agradecimiento y respeto.
El personal docente y administrativo de la Escuela Gral. Andrés S. Viesca, encabezado por el director Armando de la Rosa Campos, le entregaron un reconocimiento por sus más de 30 años de servicio como intendente.
Se casó en 1962 con María de la Paz Salazar López. Tuvieron cuatro hijos: Francisco Javier, Petra, Gustavo y Rocío. Don Tacho quedó viudo en 1970, al paso del tiempo conoció a su actual esposa, la señora Teresa de Jesús Vejar González, farmacéutica de profesión. Procrearon un hijo de nombre Juan Carlos. Para Don Tacho todo ha sucedido como un cuento que le ha dejado muy lindos recuerdos. Viesca es más que su casa, dice que ahí todo es tranquilidad y paz. La gente es buena y solidaria, a diferencia de otros lugares que visitó, Viesca sigue siendo su oasis.
jshv0851@gmail.com