Raúl Adalid Sainz
Esta ciudad me ha provocado inquietud sobrada. Euforia. Éxtasis en ausencia de droga. Sólo las emociones despiertas. Diez horas de vuelo, México-París. No pegue el ojo. ¿Qué iba a ver? ¿A sentir? En el avión elegí ver «El Samurai», hice mi homenaje a Allan Delon.
Después una comedia muy ingeniosa: «Marcello Mío». Chiara Mastroianni, ¡que impresión!, igualita a su padre, decide reencarnar la presencia, como actriz, de Marcello. La acompaña su madre, en la vida real, la bella Catherine Denueve. Llegada al fin al aeropuerto Charles De Gaulle. Y otra vez la mente cinematográfica.
Recordé aquella película maravillosa llamada: «El Día del Chacal». El presidente De Gaulle se salva, por una circunstancia milagrosa, de morir. El gran asesino a sueldo («El Chacal», interpretación maravillosa del inglés Edward Fox) falla, después de haber visto su sagaz inteligencia por dos horas.
Nos recibe un chofer de taxi, muy agradable, Mayhud. Marroquí avecindado en París por veinticinco años. Toma por una especie de periférico llamado Saint Dennis. Hablamos en inglés. Un tráfico lento, cinco y media de la tarde, y un París oscuro, más negro que la noche. Un frío que pela.
Pasamos por el estadio famoso de futbol llamado: «Saint Dennis», recuerda Mayhud, que ahí se coronó Francia campeón contra Brasil, en el mundial de futbol de Francia de 1998. Me habla de su paisano marroquí Idrissi, que juega en el Pachuca. Me menciona la ciudad de Guadalajara, donde en 1986, en la Copa del Mundo de Fútbol, celebrada en México, Marruecos le ganó a Portugal.
Luego recordó a Rafa Márquez, las tijeras de Hugo Sánchez, jugando para Real Madrid. Me hablaba que era fan del París Saint Germain. Recordó el paso de Messi, jugando con el millonario club parisino. Gran plática, mi gusto futbolero es harto conocido.
De repente, civilización cotidiana, ya no una vía consagrada al vehículo. Entrada a un París, inimaginable. Un mercado que recuerda a los puestos de Tepito, o a esos centros comerciales populares, de changarros ambulantes en el centro de la ciudad de México.
Árabes diversos tienen ahí sus puestos. Te dicen que es México y lo crees. Una hora de trayecto y llegamos al centro. Pasamos por el mítico Moulin Rouge. Su luz roja en letras acostumbrado. De repente pasamos por el famoso cementerio de Montmartre. Mayhud, me dice: ahí está enterrado Dali, Zola, muchos, y le digo: «Y Porfirio Díaz». Hace cara de circunstancia y le platico que fue un presidente mexicano que duró casi cuarenta años en el poder. Un villano, llamado así por la historia, que es tergiversada en su verdad maniquea.
Le hablo a Mayhud, que Francia se apoderó un tiempo corto de México. Nuestra batalla gloriosa fue derrotando al orgulloso ejército francés, un 5 de mayo. «Really», me decía sorprendido este agradable marroquí francés. Llegamos a nuestra posada: Hotel «Aida, Ópera».
Sigue el arte persiguiendo travieso. Ahora Verdi. Hotel situado magníficamente. «Rue Richer», la calle. Salimos, mi esposa y yo, gozosos a caminar. Noche fría. Cafés, bares y restaurantes llenos. Iluminación tenue. Muchos con velas. Gente joven, madura. Los ves charlar. Con copas de vino, cerveza. Mucha gente que fuma fuera de los restaurantes y bares.
Una alegría, pocos celulares. La gente conversa. Mucha comida china, coreana, italiana, turca, y por supuesto francesa. Zona de teatros, comerciales e independientes. La gente muy bien vestida. El hambre apretó, y después de no decidirnos, acabamos comiendo la típica sopa de cebolla con queso en un restaurante francés. Falso, de toda falsedad, que al francés no le gusta hablar inglés. Ha sido nuestra forma de comunicarnos.
París de noche es subyugante. Por cierto, que rica me supo mi cheve con una rodaja de limón como compañía de mi sopa. Nos recluimos, Elvira y yo, queriendo dormir. Deseo iluso, traemos el horario volteado. Son las 6:22, de la mañana y estoy escribiendo.
Hoy nos espera, «Campos Elíseos», el «Jardín de las Tullerías», quiero ir a Montparnasse a ver el cine donde Buñuel presentó: «Un Perro Andaluz». De ahí al pasaje Jouffroy, donde filmó su última secuencia, como director, en la cinta: «Ese Obscuro Objeto del Deseo». Y en la tarde noche, paseo por el Sena, y la Torre Eiffell.
La cereza en el pastel será, que quizá veamos a nuestra querida compañera actriz mexicana, Marisa Rubio. Avecindada en París hace ya muchos años. Compañera mía en una obra que me gustó mucho: «Cenizas de Piedra», dirigida por Hugo Arrevillaga.
Hasta aquí. Al paladear París, entiendo porque Woody Alucinó creando «París a la Media Noche». Gracias Elvi, sin ti, sin tú presencia amorosa, esto no sería posible.
PD: Tuve una confusión con Mayhud, al decirle que Porfirio Díaz, estaba enterrado en Montmartre, está sepulto en el cementerio de Montparnasse. Mayhud, también cometió un error al decir que Dalí estaba sepultado en Montmartre. Bueno, al final de cuentas, son licencias de charlistas.
Raúl Adalid Sainz, desde algún lugar del centro de una ciudad luz: París