Jesús Vázquez Trujillo
La paranormalidad en la Nueva España
El 24 de octubre de 1593, en la ciudad de Manila, capital de las Islas Filipinas, su gobernador de nombre Gómez – Pérez Dásmariñaz fue asesinado por piratas chinos, por lo que un pelotón de soldados, encabezados por el capitán Gil Pérez, estaban custodiando el Palacio de Gobierno filipino, a la espera que desde la Nueva España designaran a un nuevo gobernador.
Mientras tanto, el soldado Gil Pérez, comenzó a sentirse repentinamente mareado y con mucho sueño. Así que se recargó en una pared del Palacio de Gobierno filipino, quedándose profundamente dormido.
Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando al despertar ya no se encontraba en Manila, sino en la Ciudad de México.
Es por ello, que el lugar se le hizo desconocido y asustado, Gil Pérez, trató inútilmente de explicarles lo sucedido a las autoridades novohispanas, las que obviamente, no le creyeron ni media palabra e inmediatamente lo remitieron al tribunal del santo oficio de la inquisición, cuyos jueces al escuchar su relato, lo acusaron de hechicería y lo encerraron en la cárcel inquisitorial.
Sin embargo, el relato del soldado español quedó asentado en un expediente redactado por el inquisidor, Fray Gáspar de San Agustín. El soldado Gil Pérez, permaneció encerrado en la cárcel inquisitorial durante trece meses, hasta que el 13 de noviembre de 1594.
Un galeón, procedente de Manila, atracó en el puerto de Acapulco para avisar a las autoridades virreinales novohispanas sobre el homicidio del gobernador filipino, a manos de unos piratas chinos por lo que era necesario que el virrey novohispano, designara a un nuevo gobernador, pues llevaban tres meses sin autoridad en las Filipinas.
Al escuchar aquello, tanto el virrey y los inquisidores quedaron asombrados, ya que eso era lo que Gil Pérez les había contado tres meses atrás, así que inmediatamente, las autoridades novohispanas llevaron a los emisarios filipinos ante Gil Pérez, a quien reconocieron inmediatamente, afirmando que lo habían visto custodiando el Palacio de Gobierno filipino.
Así que no sabiendo que hacer, ante la veracidad y corroboración de los hechos contados por Gil Pérez, las autoridades novohispanas, lo liberaron y le permitieron regresar a Manila con sus compañeros.