domingo 24, noviembre, 2024

¿Preparados para Kamala o Trump?

Federico Berrueto

Al igual que los Playoffs de ligas mayores de beisbol o el Super Bowl, las elecciones presidenciales del país vecino se acompañan de una desbordada atención pública. Son acontecimientos mediáticos de significada atención que lleva a muchos a un entusiasta y apasionado seguimiento. La diferencia entre la política y el deporte espectáculo es que éste no hace daño, la otra sí.

En el seguimiento de la elección norteamericana hay ingenuidad incluso en observadores acuciosos de los asuntos públicos. No pocos personifican al votante americano, a veces con candidez. Por su parte, las autoridades mexicanas expresan una falsa distancia a la que se acompaña la consabida respuesta de que el país está preparado para cualquier escenario. Ahora no es cierto, a pesar de que las palabras vengan del respetado y respetable canciller De la Fuente. Si eso fuera verdad no estaría el país enfrascado en una reforma demencial que nada resuelve, pero que mucho agrava y complica, además lleva a la deriva autocrática a la presidenta Sheinbaum.

Cualquiera que gane la elección tendrá un impacto adverso para México. Mal que gane Kamala que no votó por el acuerdo comercial y peor que prevalezca Trump, y todavía más crítico si se hace del Senado y de la mayoría de la Casa de Representantes. De ganar Trump, el futuro es peor que incierto, por lo pronto ya le dijo a la presidenta Sheinbaum que si México no se vuelve barrera migratoria vendrán aranceles. Es explicable que la presidenta tome con reserva las admoniciones electoreras. Pero la situación ahora es diferente. El consejo editorial del The New York Times pidió se le crea a Trump, un llamado de atención a los electores por la amenaza que representa al país y a la democracia en EU y en el mundo. Si gana Trump habrá un antes y después, necesariamente peor para México.

En la perspectiva de EU, México es un vecino incómodo y no confiable. En lo económico se ha prestado para que China aproveche el libre comercio con México e invada con productos falsamente manufacturados en el país. En seguridad el Estado mexicano no se impone ante los grupos criminales, el fentanilo mata a muchos norteamericanos y a muchos otros los somete a una destructiva adicción. En migración México en los últimos seis años es el país que más expulsa migrantes a EU y los grupos criminales hacen lucrativo negocio en el tráfico ilícito de personas. En la perspectiva de políticos y de la sociedad norteamericana, México merece ser castigado con severidad. Ha sido un mal vecino que ha abusado de la confianza y vecindad de los norteamericanos.

Bajo esta perspectiva nada bueno puede esperarse de EU. Ya lo ha dicho el polémico embajador Ken Salazar. Los norteamericanos no entienden por qué las autoridades mexicanas están indignadas con la detención del capo más importante, en lugar de celebrar. Las palabras del embajador son insidiosas porque dan sustento a lo que muchos en México y en EU creen respecto a la connivencia del crimen con el poder político. Para adehesar la investigación de la FGR sobre el secuestro de El Mayo Zambada compromete seriamente al gobernador Rocha Moya en el montaje sobre el homicidio de su rival político Melesio Cuén, quien fue ultimado en el mismo lugar en el que fue secuestrado y donde asistiría el gobernador, según el dicho de El Mayo y que ha resultado veraz en partes fundamentales. El gobernador es arropado por el régimen y consecuentemente es inevitable que la sospecha sobre el gobernador se extienda a todos.

Si el país estuviera preparado para cualquier escenario no se cometerían faltas tan elementales y no se abriría un frente que divide a los mexicanos. Las decisiones políticas se han tomado a partir de una variable, muy importante, pero no única: cerrar filas en torno al cambio de régimen diseñado por el expresidente López Obrador. En la coalición gobernante ha habido persistencia y disciplina en tal empeño, por esta razón es iluso pensar que habrá pausa ante una eventual resolución adversa por la Corte. El proyecto de cambio de régimen va adelante, sin importar sus efectos en la economía, en la política interna o en la relación con el vecino y socio comercial. El país vive la inercia autocrática y nada hay en el horizonte que la rompa que no sea el caos.

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