viernes 22, noviembre, 2024

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Óscar Wong: un tipo desprendido

Quien nunca busca reconocimiento ni homenajes sin duda es quien más los merece. Por ello, un grupo de amigos y cómplices nos reunimos la noche de este viernes para reconocer y honrar el paso de Óscar Wong por nuestras vidas

Carlos Arredondo Sibaja

¿Cuántos gramos pesa una bala de calibre 30-06? ¿Cuál es el anzuelo adecuado para pescar lobina verde, en una presa diseñada para el control de avenidas… pero cuando está nublado? ¿Cómo se escriben -correctamente- los signos de interrogación y admiración, en una misma oración? El sustantivo bártulos, ¿tiene plural? Y, ¿cómo diablos puedes pasarte la vida convencido de padecer una conjunción improbable de males oftálmicos, cuando en realidad tu problema son las cataratas?

Las respuestas a todas las preguntas anteriores, y muchas más, habitan en el cerebro de Óscar Wong junto a la más completa -e imaginativa- colección de argumentos para no dejar de fumar cuando tienes tos, abstenerse de viajar en avión, abjurar de la tecnología, mantener encendido el aire acondicionado del coche en pleno invierno o resistirse a la consulta dental.

Lo relevante, sin embargo, no es entender cómo Óscar fue capaz de integrar la base de datos con la cual ha poblado su cerebro sino su disposición permanente a compartirla, trasvasarla y ponerla a disposición de cualquiera. Bueno: a fuerza de ser honestos, también se han escuchado historias según las cuales él ha intentado implantar parte de esa data en otros cerebros… sin la anuencia del poseedor… pero este relato va de la parte luminosa de su personalidad.

Y como el espacio para hacerlo es reducido decidí identificar -de manera más o menos arbitraria- como el rasgo más relevante de la personalidad de Óscar, y siempre a partir de mi experiencia, la generosidad con la cual ha compartido -o al menos lo ha hecho conmigo- todo cuanto posee.

No me refiero a esa generosidad barata merced a la cual uno se deshace de una moneda para ayudar a una persona desvalida… o aparentemente desvalida; ni al gesto de donar a la causa de una ONG dedicada a la defensa de la vaquita marina, mamífero sobre la cual, por cierto, Óscar podría disertar con un rigor y sapiencia superiores a la de los solicitantes de recursos…

No: hablo de ese desprendimiento más complejo y, en consecuencia, menos común, merced al cual se contribuye a amueblar la cabeza de los semejantes… incluso si esos semejantes se resisten a partir de una incomprensible preferencia por mantener despoblada de ideas la masa con la cual están rellenas sus cavidades craneales.

Pero no solo eso: Óscar dedicó mucho del tiempo durante el cual se entregó -con entusiasmo digno de mejores causas- a la contaminación de la atmósfera planetaria, a contribuir a la mejoría intelectual de la especie con una elegancia como para ruborizar a los más dedicados mentores de nuestras más emblemáticas instituciones educativas. Porque es un tipo desprendido… pero siempre ha procurado convertir a su desprendimiento en un polizón, en un viajero incógnito de su personalidad.

Eso, sin duda, le redime -al menos en parte- de los pecados cometidos a lo largo de su trayecto vital. Sobre todo porque, sospecho, se ha tratado siempre de pecados cometidos de forma intencional con el único propósito de camuflar sus reales intenciones y evitarle al receptor de su generosidad el engorro de agradecer…

ARISTAS

El texto anterior, con algunos ajustes, fue redactado para integrarse a un volumen con el cual un grupo de amigos, cómplices, secuaces, familiares y discípulos de Óscar Wong intentamos, ayer por la noche, rendir homenaje a su paso por nuestras vidas.

Los ajustes, por cierto, tienen relación con un reto planteado por Óscar cuando, con una dosis infinita de generosidad, decidió echarse a cuestas la trabajosa tarea de ayudarme a aprender a escribir: redactar un artículo completo sin utilizar la palabra “que”.

Pos a’istá, Mullah.

¡Feliz fin de semana!

@sibaja3

carredondo@vanguardia.com.mx

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