Raúl Adalid Sainz
Me llamó la atención esta publicación del gran bailarín, coreógrafo y pianista compositor, Duane Cochran. ¿Por qué llamó a mi reflexión? Porque en la derrota, en el intento de no conseguir lo buscado, se llega a atisbar, como un cerillo que se enciende en la oscuridad, aquella verdad profunda que buscamos, aquella respuesta de saber quiénes somos, aquel sentimiento oculto del alma del personaje que buscamos.
El real artista busca, se tropieza, fracasa en su vida personal o en su proceso artístico, eso lo hace crecer. Toda emoción, cada suceso desventurado hace elevar humanamente al que pretende interpretar los aconteceres de la vida. La existencia es el material de trabajo del artista. Mientras más hondo viva mejor creador será. Por eso Beckett dice que ser artista, dicho con mayúscula por la responsabilidad de compromiso que conlleva este oficio, fracasa como nadie más se atreve a fracasar.
El ser humano en general le teme al fracaso, a la derrota, no quiere sufrir. Ser artista, el que pretende verdaderamente serlo, debe sentir hasta el fondo, hasta la médula, lo que encierra esa emoción temida. La vida de los grandes hombres del arte ha sido tremenda, difícil, pienso en Beethoven, Mozart, José Carreras, Pavarotti, Frida Kahlo, Sor Juana Inés de la Cruz, Chavela Vargas, Goya, García Lorca, Jaime Humberto Hermosillo, Picasso, Marlyn Monroe, James Dean, Brando, Van Gogh, Lucha Reyes, Juan Gabriel, Shakespeare, Cervantes, Moliere, Elena Garro, Sergio Magaña, Xavier Robles, José Alfredo Jiménez, Tennessee Williams, Anthony Hopkins, Julio Castillo, Raúl Zermeño, José José, Luis de Tavira, Víctor Hugo Rascón Banda, Bob Fosse, Liza Minelli, tantos y tantos.
Lo que tanto teme el ser humano común debe conocerlo el artista. Por eso el mundo civil acude al cine, al teatro, a ver las buenas series televisivas, a los conciertos, a las galerías, a las muestras de danza, a observar las hondas esculturas, para vivir y experimentar en otros lo que no se atreven a vivir; o a contemplar lo que han vivido, pero que no saben cómo nombrarlo o cómo interpretarlo mental o sensiblemente hablando.
Por algo Beckett, profundo dramaturgo, escritor y artista, dijo esta sentencia que mi querido Duane nos regaló. Gracias amigo porque tú publicación me hizo elaborar este escrito reflexivo. No es más que un espejo donde me proyecté.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan