Jessica Rosales
Una traición pintada de azul: el precio de un voto y la crisis de liderazgo en el PAN
La votación de la reforma judicial impulsada por el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dejado una mancha indeleble en el escenario político mexicano, no tanto por su resultado, que ya era previsible, sino por la forma en que se logró. Lo que debía ser un firme bloque de oposición, terminó desmoronándose por un giro inesperado: el voto del senador panista Miguel Ángel Yunes Márquez a favor de la reforma.
Lo que en un principio parecía una cuestión de simple aritmética en el Senado, terminó siendo un espectáculo lleno de suspenso, especulaciones y traiciones políticas. Yunes Márquez, heredero de una familia cuyo poder político ha crecido bajo la sombra del PAN, fue el protagonista del último acto de esta trama. Tras días de silencio y ausencia, su voto finalmente inclinó la balanza a favor de Morena. ¿Fue este un acto de convicción o el resultado de presiones y acuerdos ocultos?
La historia se vuelve más compleja al considerar las amenazas del presidente de su partido, Marko Cortés, quien buscaba detener lo que ya era inminente: la traición de un miembro clave de su bancada. Sin embargo, su respuesta fue errática y mal calculada. Cortés, más preocupado por las consecuencias internas que por el destino del país, lanzó amenazas de expulsión en lugar de forjar consensos o negociar con habilidad política. Esto muestra un liderazgo debilitado, que carece de estrategia y visión. En lugar de cohesionar a su partido y a todo el bloque de oposición, los dejó a la deriva en una de las decisiones más trascendentales para el futuro de México.
El caso de Yunes no es un simple desliz político, es un síntoma de algo más profundo: la crisis del PAN como fuerza de oposición. En lugar de actuar con firmeza y responsabilidad, Yunes Márquez optó por el camino fácil, el del silencio y la duda. Con una historia de conflictos no resueltos con el ejecutivo y su familia bajo el escrutinio de investigaciones en Veracruz, muchos cuestionan si su voto fue el precio de su inmunidad política.
Pero el drama no se detiene ahí. Daniel Barreda, senador de Movimiento Ciudadano, también fue pieza clave en esta partida. Alegando presiones políticas de Morena debido a la detención de su padre, Barreda optó por ausentarse, dejando aún más preguntas sobre sus verdaderas intenciones. ¿Por qué el Senador tomó la decisión de no votar si no era él la persona detenida? Siendo empáticos con su situación familiar ¿Por qué no solicitó licencia para que su suplente emitiera el voto? Preguntas que el político debe contestar.
Este episodio demuestra, una vez más, que la política mexicana está plagada de intereses personales y familiares que nublan el deber público. En un momento en que el país requería una oposición fuerte y unida, lo que prevaleció fue el cálculo político individual.
Si algo ha quedado claro es que el PAN debe revisar sus filas y su liderazgo. La traición de Yunes es el reflejo de un partido que ha perdido rumbo, y el principal responsable es su líder, Marko Cortés. Su incapacidad para mantener la disciplina interna y para ofrecer una alternativa sólida al gobierno actual lo ha convertido en un lastre para su partido y, peor aún, para el país.
En este contexto, queda la amarga lección de que la política en México sigue siendo, para muchos, un juego de intereses y traiciones, donde las ideologías y las promesas de campaña se desvanecen cuando se pone en juego el poder personal.