(Laguneros que hicieron nuestra historia teatral y cinematográfica.)
Raúl Adalid Sainz
Dentro de los muchos actores que ha dado La Laguna, este hombre se cocía aparte. Un señor actor. Maestro de actuación en la carrera de «Literatura Dramática y Teatro», de la UNAM, en la Facultad de Filosofía y Letras. Culto en el saber artístico. Amante de la ópera.
Tengo el recuerdo de él en el teatro con un gran personaje: «Molina», en «El Beso de la Mujer Araña», dirigida por Arturo Ripstein, adaptación teatral a la novela de Manuel Puig. Extraordinario trabajo que realizó al lado de Gonzalo Vega en el «Poliforum Siqueiros», allá por 1983.
Dio vida en 1986, al papa «Juan Pablo, Primero», en la puesta en escena, «El Candidato de Dios», dirigida por Luis G. Basurto. Un actor de cine de muchos filmes. Rememoro su buen trabajo como el «Bobby» en «Cada Quien su Vida», dirigida por Julio Bracho.
Lo recuerdo en la gran película mexicana «Cascabel», ópera prima de Raúl Araiza. En esa cinta viene a mi memoria una gran secuencia que tenía con Sergio Jiménez, apoyando al idealista director despedido del documental por no convenir a los intereses del gobierno. Quienes vieron la película sabrán de lo que hablo.
Tuve el enorme gusto de conocerlo por un amigo de ambos, el director teatral Hebert Darien. La última vez que lo vi fue en el año 1997, en Torreón. Fui al aeropuerto por él. Ese día Héctor presentaba en el «Teatro Isauro Martínez», una lectura dramatizada de poesía cardenche y de Salvador Novo, al lado de Susana Alexander y Virginia Valdivieso, QEPD ; espectáculo musicalizado por la «Camerata de Coahuila».
Héctor lo hizo maravilloso. Con esa voz llena de matices emocionales. Esa noche estaba muy emocionado. Ahí en el «Teatro Isauro Martínez», sus paisanos, el público lagunero asistente, festejó con él sus cincuenta años de actor. Aún vivo ese aplauso fantástico. Anécdota simpática fue conocer a Héctor Gómez.
Recuerdo que el gran director ruso Hebert Darien, que me dirigía en la obra «El Vuelo», allá por 1990, me lo presentó. Héctor fue a dejarle algo a Hebert a nuestro ensayo. Hebert me habló y le dijo a Héctor que yo era su paisano de Torreón.
Héctor Gómez fue amable conmigo, pero hasta ahí. El día del estreno de la obra «El Vuelo», en el «Teatro Libanés», al terminar la representación, y ya en el vestíbulo del lugar, Héctor me vio, y me tendió los brazos diciéndome elocuente: «¡Paisano!», nos dimos un cariñoso abrazo. Era el signo de que a ese gran actor le había gustado mi trabajo. Yo no me la acababa con sus muestras de cariño.
A partir de ahí el gran paisano Héctor Gómez, siempre me dio su amistad. Muy lindo señor. Héctor nos dijo adiós un agosto del año 2009. Un soberbio actor que amaba profundamente a su tierra lagunera. Ojalá estas honras comarcanas que nos han dignificado a nivel nacional nunca se olviden.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan