jueves 19, septiembre, 2024

La Columna

Luis Alberto Vázquez Álvarez

¿DEMOCRACIA EXIGE LEALTAD?

La lealtad es una virtud esencial de los seres humanos bien nacidos; se puede ser fiel a ideales o a personas, aun cuando estos no sean aceptados por toda la comunidad, pero cuando la honradez es intrínseca a si mismo, no tiene objeciones más que entre quienes no son capaces de entender la honestidad.

Mucho se mencionó durante la revolución mexicana que hubo infinidad de “chaqueteros” es decir, personas que fácilmente cambiaban de bando o de facción, siempre en búsqueda más de sus intereses personales que de ideales o de principios sociales.

Pascual Orozco, el más típico de esa época, maestro de varios émulos actuales en la política nacional. Cuando Madero fracasó aquel 20 de noviembre de 1910 proponiendo levantar al pueblo contra Porfirio Díaz, solamente un reducido grupo lo acompaño y hubo de huir nuevamente a Estados Unidos por casi cuatro meses, entonces apareció este Orozco al frente de un considerable número de revolucionarios y ya envalentonado Madero, sitiaron Ciudad Juárez, Chihuahua y tras tomarlo en mayo de 1911, obligaron a Díaz a renunciar y a que meses más tarde el llamado “apóstol de la Democracia” ocupara la presidencia, pero ¿y su líder militar, el que lo había llevado a ella, dónde estaba?

Al no recibir ninguna prebenda o reconocimiento de Madero, se levantó en armas contra él con su “Pacto de la Empacadora” según el cual le exigía “Reforma, Libertad y Justicia” y llamaba a Madero “buitre” entre otras linduras. Tras cruentas batallas, Victoriano Huerta, jefe del ejército federal del norte, apoyado por Francisco Villa lo derrotó y prácticamente Orozco desapareció del plano nacional, le había fallado la traición a su primer líder. Pero no pasó mucho para que ahora se uniera a su vencedor, es decir, cuando Huerta tomo prisionero a Madero tras la “Decena Trágica” en 1913 y ocupó legalmente la presidencia de la república gracias a las renuncias de Madero, Pino Suárez y Lascuráin; Orozco, al que había vencido meses atrás, se le sumó; ahora era Huertista. Más aun, Huerta invitó también a Zapata a unírsele, para ello le envió a Pascual Orozco padre para que lo convenciera; el líder agrario sureño le contestó de manera contundente: Devolvió al emisario con varios pedazos de plomo encajados en el cuerpo y en un cajón de madera.

Pascual Orozco además de valiente era irónico: tras acabar con tropas federales en enero de 1911, ordenó desnudar los cadáveres del ejército y envió los uniformes a Porfirio Díaz con una nota que decía: «Ahí te van las hojas, mándame más tamales” Entonces, ¿Por qué tantos cambios de bando y traiciones? ¿Sería caso excepcional en la historia de México?

¡¡¡Para nada!!! En los siguientes años conocimos a un Obregón que mandó asesinar a su jefe Carranza, luego, en los entretelones del presidencialismo asesinó a Francisco Serrano, su discípulo político, aunque luego fue Calles quien acabó con Obregón. Finalmente, en aquel melodrama político de traiciones revolucionarias, Cárdenas se deshizo de Calles, ya en otra vertiente de eliminación, no necesariamente violentas, pero sí de destierros.

Comentábamos que La traición puede ser ingratitud como la de Huerta que aprovechó la bondad de Madero para ocupar el cargo, por ejemplo, hoy vemos una senadora prianista, emula anencefálica de Orozco y otros idénticos; pero también puede la deshonestidad vestirse de farsa democrática, como la del reelecto presidente del PRI, quien en lo maravilloso de su discurso inaugural para su nuevo período, criticó al actual ejecutivo federal por dictador y él ofreció seguir defendiendo la democracia, todo parece indicar que su par en el PAN, imitará sus pasos, esa es la democracia ultraderechista, que quede claro.

Cómo me carcajeo de los intelectuales orgánicos, de los medios de comunicación tradicionales y de los columnistas defenestrados del erario y ahora además despreciados por ciertas empresas televisivas; enloquecen criticando a quienes están del otro lado del partido con el cual iniciaron su vida política y les acusan de traidores. Recordemos a Hidalgo quien era cura Novohispano y que cuando lanzó el grito de Dolores clamó “Viva Fernando VII”; rey de España, más reciente recordemos a Venustiano Carranza que era porfirista de hueso Colorado, después se convirtió en maderista, y finalmente: padre del sistema constitucional actual. ¡Ay chayote, que mal haces!

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