Federico Berrueto
Los miembros más relevantes del empresariado fueron emplazados por el presidente de la República para definir posición en torno a un tema fundamental de la política. No sólo es el criterio de la integración de la Cámara de Diputados, tampoco la reforma constitucional para acabar con los órganos autónomos y la independencia del Poder Judicial. Se trata de que digan si están a favor de la propuesta obradorista de acabar con el régimen democrático. López Obrador quiere que digan en público lo que le dicen en corto.
Es normal, los que tienen mucho dinero apoyan a quien gobierna, más cuando el político actúa en función del capital. Por ejemplo, en la elección presidencial de EU Elon Musk ha financiado a Donald Trump y es su ferviente promotor al grado de realizar una entrevista por más de dos horas y divulgada en la plataforma X, de su propiedad.
Los potentados siempre han estado con quien tiene el poder político, ambos se necesitan. Lo complicado para los ricos muy ricos no ha venido de la izquierda sino de los proyectos que hacen de la competencia económica objetivo. A Slim o a Azcárraga les fue mal con los órganos autónomos, y a las empresas que cotizan en bolsa preocupa mucho la supervisión financiera. A los bancos, las instituciones que administran las AFORES y a las aseguradoras les inquieta la supervisión pública. A todos aterran dos entidades, la Procuraduría Fiscal y la UIF. Nadie en los negocios, chicos, medianos o muy grandes quieren pleito con quien tiene un enorme poder de discreción para decidir la vida de sus empresas.
Por estas consideraciones la oposición empresarial no llegará a mucho. La postura desafiante de Ricardo Salinas es excepción. De siempre ha sido uno de los empresarios más independiente y desafiante en su trato con el gobierno. A López Obrador recientemente no le interesan los usuarios, consumidores o clientes de las grandes empresas, sólo quiere dos cosas de éstos: dinero y apoyo incondicional.
La postura respecto a la integración de la Cámara de Diputados por parte del CCE y el Consejo de Hombres de Negocios enojó al presidente. Él entiende que no tiene por qué hablar con el mensajero, es mejor entenderse con el dueño y por ello escogió a los 5 empresarios más poderosos para que digan con claridad de qué lado están, cuando poco le ha importado lo que piensen. Para López Obrador los empresarios no pueden participar de la política excepto que sea a su favor y como él quiere.
Los empresarios, casi en su totalidad, dieron la espalda a Xóchitl Gálvez y apoyaron decididamente al régimen a pesar de que Morena podía ganar con claridad sin ellos. La oposición perdió sentido del poder porque los líderes de los partidos asumieron que Xóchitl les daría los votos en la elección de legisladores, error monumental porque el mejor plano de la competencia opositora era la elección de ayuntamientos y alcaldías en las grandes ciudades.
En septiembre se hizo un planteamiento a la campaña opositora para una estrategia diferenciada para los 50 principales centros urbanos en el afán de ganar distritos. La negativa respuesta fue que eso ya lo estaban viendo. Los resultados de la elección convalidan la propuesta realizada. Los mejores resultados se dieron allí y, de haber puesto atención, se hubieran ganado al menos 100 distritos y no los 44, además de 4 senadores más, al menos. Los empresarios fuera del privilegio oficialista hubieran podido participar de esta acción, pero el miedo a López Obrador y la ignorancia los llevó a la peor de las circunstancias: una super mayoría legislativa para llevar al autoritarismo por la vía de la reforma constitucional.
Los grandes empresarios nunca han sido promotores del desarrollo político porque una presidencia acotada no les conviene y consideran amenaza los órganos autónomos, la sociedad civil activa o el escrutinio social al poder político y económico. La discrecionalidad presidencial y el compromiso de no realizar una reforma fiscal es lo mejor que pueden escuchar, por ello en sus intereses, su visión del poder y del país los vuelve aliados decididos del proyecto autoritario, con escasas excepciones.
La exigencia del presidente es una arrebatada invitación para que defiendan el régimen que como pocos los ha beneficiado en lo que más les importa: sus utilidades. Para ellos, como al legendario Gonzalo N. Santos, la economía moral es un árbol que da moras.