(Carta de presentación)
Raúl Adalid Sainz
La vida se interpreta, muchas veces, como es mi caso, se actúa, otras veces se escribe, otras veces, y como debe ser, se respira, se vive simplemente.
La mayor parte de mi vida la paso en los teatros. Ahí encontré un día la razón de mi ser. Me gusta desde hace muchos años relatar en palabras, lo que me ha sucedido en ellos.
Los teatros, los actores, todos sus componentes, encierran un territorio de historias insospechadas. A veces siento que puedo ser un Homero de Iliada y Odisea, y narrar las aventuras de los tantos seres que he conocido en los teatros. El chiste y gusto de escribir, en mi caso, es que hablo de lo que me ha sucedido con los actores, con los directores, con los escenógrafos, con los vestuaristas, maquillistas, con la gente que hace posible, detrás del escenario, la ficción: Los tramoyistas. En cuarenta y dos años de vida teatral, confieso, cual Neruda, que he vivido.
He viajado a latitudes existentes e inexistentes, en la vida real y en la ficticia. He sido un aventurero con camino. La ficción ha sido mi escudero, un fiel amigo Sancho. Un día Luis De Tavira, ese gran director, maestro y actor, del teatro mexicano, dijo: El actor es un ser huérfano, y sin hogar, busca en lo perdido, y finalmente encuentra su patria, y a su gente, que no es otra que la consagrada a la ficción. Cita no textual pero sí de mi interpretación personal.
Lo creo a pie juntillas, el actor busca a su gente, nos necesitamos, somos entes de otro mundo y de este también. Sólo que nuestro trabajo es interpretar la vida, representamos a la persona, a otros seres que no somos nosotros. Y lo más contundente es que creemos que somos los otros.
Sabiendo a la vez que no somos ese, pero jugamos seriamente a serlo. «Yo soy más obispo que el obispo, porque sé que no soy el obispo»: Jean Genet, en su obra «El Balcón».
La gente de teatro vive lo que otros sólo sueñan. La gente de teatro, se cree sus sueños y quiere seguir soñando viviendo en hechos sus sueños. Somos quijotes que no queremos leer, ni que nos cuenten la vida, queremos vivirla. Amarla hasta nunca saciarnos.
Por eso me gusta escribir actuando la vida. El teatro me permite escribir lo que sucede en el escenario y lo que pasa atrás de él, tras bambalinas. El actor cuando se despoja en camerino del vestuario, cuando se limpia su cara del maquillaje, o los apliques de peluquería, y deja al personaje en el reducto sagrado, sale a la calle, una señora mayor le dice: Gracias, usted con su actuación me dijo muchas cosas, me aclaró situaciones de mí que sólo sentía, con su interpretación le puso nombre al sentimiento.
Otras veces ese actor puede escuchar de una señora espectadora: Gracias que vinieron con su teatro, cuando suceden estas cosas, sentimos que Dios se acuerda que estamos vivos. Así me pasó a mí con una obra («Pareja Abierta», de Darío Fo) en un pueblo llamado Rodeo, Durango.
El mundo del teatro, del cine, de su gente, me parece fascinante. Un tema inagotable a escribir viviendo. Esa ha sido mi motivación, mi objetivo y super objetivo stanislavskiano de mis doce años recientes. Escribir diario, como un orate en busca de cordura de la senda. Al andar se hace camino, cuál dijo el poeta Machado.
Esta es mi carta de presentación para la querida revista teatral «Paso de Gato Digital», de la cual soy ahora colaborador, a amable invitación de su director Jaime Chabaud. Gente enamorada y viva del teatro. Gracias Jaime.
Escribir actuando, vamos pues a los caminos en busca de vida y de ficción.
Nota: Foto durante un ensayo en «El Círculo Teatral», de mi más reciente obra: «Pequeñas Infidelidades», de Mario Diament.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan