Luis Alberto Vázquez Álvarez
La religiosidad está inmersa en el ADN humano. Su sensibilidad le hace elevar los ojos al cielo para agradecer a la divinidad su existencia y el mundo entregado, creando desde mitos hasta doctrinas con dogmas espirituales. Todas las religiones del mundo han sufrido ataques furibundos tanto a su doctrina como a su jerarquía, pero ningunas como las abrahámicas monoteístas (judaísmo, cristianismo e islamismo) han recibido agresiones que rayan en la ira y han sido objeto de actos heréticos, incluso entre ellas mismas que poseen origen común.
Los jerarcas eclesiásticos y políticos persiguen con furor a quienes dudan o actúan contra las creencias que ellos pregonan: Sócrates fue acusado en 399 a.C. por herejía y condenado a la cicuta. Los hem-netjer del egipcio faraónico formaron un cartel poderoso con riquezas incalculables, cuando Keops y Seti I intentaron reducir sus privilegios, se defendieron acusándolos de Tiranos. Muchos científicos como Galileo Galilei, Jordano Bruno fueron perseguidos por la iglesia católica por haber sostenido, con pruebas científicas que la tierra no era el centro del universo. Ejemplo de infamias inversas a las blasfemias fue la que sufrió Miguel Servet, teólogo y científico español; él realizó un concienzudo examen de los textos sagrados y concluyó que la Biblia no contiene ninguna referencia a la Trinidad, por lo que consideró que dicho dogma resulta incompatible con el monoteísmo cristiano. Por ese razonamiento fue enviado por Calvino a la hoguera en 1553.
Actos atroces contra símbolos y artículos sagrados son también comunes, por ejemplo, durante la revolución francesa José Fouché administrador jacobino en Lyon saqueó los templos, echó al hocico de un asno ostias consagradas y luego lo paseó por las calles llevando la mitra del obispo entre sus orejas y un crucifijo en la cola. Aún así, cuando murió fue auxiliado con la bendición papal. En la Nueva España, durante la independencia se vivió la “Guerra de las vírgenes”. Cuando Hidalgo escogió a la Guadalupana para encabezar su movimiento; el virrey nombró a la virgen de los Remedios mariscala, entonces ambos bandos fusilaban a la imagen de la facción contraria, sin recato alguno por ser símbolos sagrados.
El Islam sufrió irreverencias a su libro sagrado “El Corán” con la novela “Versos Satánicos” de Salman Rushdie, que blasfema la fe musulmana y hace burlas al profeta Mahoma, increíblemente recibió de los ingleses premios literarios causando indignación entre los musulmanes cuyo Ayatolá pidió la muerte de Rushdie y los editores de la obra, causando sucesos sangrientos.
Francia fue considerada la hija predilecta de la Iglesia católica, posee 17 santos y 426 beatos. Sin embargo, ha sido cuna de personas que niegan el cristianismo, como el historiador Ernesto Renan, él escribió una serie de ensayos en los que presentó a Jesucristo como un ser muy humano, una personalidad moral elevada, pero rechazó su divinidad, así como cualquier intervención sobrenatural en su existencia, pero no lo ofendió.
Las olimpiadas 2024 en Francia fueron un ejemplo para el mundo entero al ser abiertas a todo el público, no reduciéndose a recintos cerrados, sino utilizando los lugares más emblemáticos de la ciudad lux, escenario increíble. Bien por sus organizadores, pero triste e indignante resultó la parodia que como burla rayó en blasfemia y/o herejía de la última cena con personas de LGBT+ supuestamente suplantando a Cristo y apóstoles.
Abominable caricatura, realmente insoportable contra la amistad, la aceptación y el respeto de los cristianos de todo el mundo; representación sin sentido común en un evento que estaba resaltando los valores arquitectónicos, culturales y deportivos galos, perdidos en un instante de mórbida demencia sexual. Algunas naciones ordenaron suspender la transmisión de dicha inauguración y prohibieron su repetición; si en México eso hubiese ocurrido, los hipócritas ultra reaccionarios prianistas, gritarían “Dictadura y violación a la libertad de expresión”, insultado al ejecutivo federal; ellos, doctrinariamente creyentes, se hubiesen sentido ofendidos con esa pantomima, pero su odio irascible es infinitamente mayor a su credo religioso.
El pedir disculpas por parte del comité organizador francés no es suficiente; ¿Qué estaban buscando? ¿Qué intentaban demostrar? ¿Qué valor deportivo o artístico tenía ese grotesco simulacro?
Ahí queda para la historia mundial…