Federico Berrueto
Fue 1º de julio de 2018 o 2 de junio seis años después cuando término una época. El arribo a una nueva forma de ejercer el poder y de ruptura con el esquema de poder dividido y de acuerdo entre la mayoría y la pluralidad. Lo que ha ocurrido a lo largo de seis años es un modelo de gobierno vertical, autoritario, excluyente y con amplio apoyo popular. Esto último es evidente, además los resultados de las dos elecciones muestran que la polarización no es de mitades, 60/30 si se quiere ver en votantes. No importan las calidades, la democracia electoral es de números no de razones y los más son los que se imponen. La dictadura de la mayoría regresó por la puerta grande, además sin complejos, sobrada de agravios y rencores compartidos con los muchos marginales que se identifican con la arenga del revanchismo social.
La resistencia por la vía del voto no funcionó, ya no se diga para prevalecer, ni siquiera para contener. La oposición es más débil ahora que hace seis años, a pesar del fracaso del gobierno y del abuso en el ejercicio del poder o quizás por eso mismo. La sociedad en estado de indefensión frente a las pulsiones autoritarias del gobernante. La mayoría de los mexicanos prefieren la realidad alterna, aunque los costos sean cada vez más onerosos y el futuro peor que incierto.
El voto no funcionó por varias razones. La primera, porque la perniciosa presencia del pasado persiste en el imaginario de las mayorías. Los partidos opositores con dirigentes que en las formas y en la sustancia proyectaban lo que no se quería. A Xóchitl la arrolló el presidente desde el inicio; ella no entendió que tenía que enfrentarlo y definir un solo tema, el de la inseguridad, para debilitarlo. No hubo claridad estratégica a pesar de los indiscutibles atributos positivos de Xóchitl. Fue una campaña para los convencidos, que incluso los pudo movilizar más allá de lo imaginable, pero el triunfo estaba en los indecisos. Los que no se sumaron, no salieron a votar o fueron persuadidos la mayoría por Claudia y algunos, no pocos, por Máynez.
El PRI está por desaparecer. Hasta en su bastión de Coahuila los resultados le fueron adversos. La alianza con el PAN no resultó, ni para uno ni para el otro, mientras que el PRD lucha por su sobrevivencia. MC cumplió un doble objetivo: dividir al voto opositor y plantarse como una opción suficiente en lo electoral y lo legislativo. Desastrosos los resultados en Nuevo León, incluso para Luis Donaldo Colosio, pero no es a cargo del partido, sino de su gobernador, como lo constata el fracaso de Mariana Rodríguez en la elección de presidente municipal en Monterrey.
Los encuestadores finalmente resultaron, los más, acertados. No hubo voto oculto, tampoco imprecisión por el rechazo a la encuesta. Reconocimiento amplio a Metrics y a Rodrigo Galván de las Heras, ambos coordinados por SDP Noticias quien resultó, por mucho, el medio más acertado.
El INE no fue el de siempre. Cobra factura la pérdida de talento humano que salió con Lorenzo Córdova y Edmundo Jacobo. Un error la manera como atendieron el voto en el exterior, también crear expectativas de mayor oportunidad en los resultados de los conteos rápidos. Sin duda el tema presupuestal subyace como parte de las dificultades. A pesar de los problemas, demoras e insuficiencias el INE cumplió con creces para tener una jornada ordenada.
La vida sigue y el voto tiene mandato. Cambio de régimen para alterar en sus fundamentos el edificio democrático. Se pidió la mayoría calificada y se logró. Si se es consecuente, el país ingresará a un peligroso destino a la autocracia, esto es, la tiranía de la mayoría. Las palabras de la candidata ganadora fueron encomiablemente prudentes y sensatas, pero el compromiso allí está y lo que debe esperarse es que se haga realidad buena parte de ello.
Aunque la mayoría ha resuelto vivir en la realidad alterna, los problemas persisten y el margen de maniobra para gobernar bien de quienes ganaron se ha reducido por el abuso del presidente López Obrador. Además, todavía hay la ruta de la impugnación que podría revertir varios triunfos distritales a partir de la ilegal intromisión del presidente López Obrador. De cualquier manera, el tamaño de la derrota a la oposición hace impensable que se pueda lograr en el litigio lo que no se alcanzó en las urnas.