In memoriam a un gran actor y compañero
Raúl Adalid Sainz
De repente todas las catedrales callaron, las campanas de Santa Rosalía Camargo, anunciaron tu silencio.
Aarón era otro ángel actor que dio esa tierra chihuahuense. «¿Por qué tanto actor y artista notable ha dado Camargo, Aarón?», un día azorado, pregunté así al intérprete cuando lo conocí un 2003 ensayando la obra, «Los Exonerados», dirigida por Gerardo González.
Recordábamos que de ahí era oriunda Lucha Villa, María Sorté, el director de cine Gonzalo Martínez, Evangelina Martínez, Socorro Bonilla, Alma Delfina, el pintor David Alfaro Siqueiros, el escultor Sebastián y mi querido Aarón Hernán. Mi madre que era oriunda de esa bendita tierra siempre me mencionaba que Camargo era la tierra de los artistas. Así es conocida entre los chihuahuenses.
Cuando conocí a Aarón me dio mucho gusto. Su gran maestro teatral, el director escénico, Hebert Darien, me lo mencionaba como uno de sus alumnos consentidos y que más prometían. Hebert se refería a él con mucho cariño, «mi pelón adorado», lo recordaba de dos obras donde lo dirigió: «Las Manos Sucias», de Sartre, y «Calígula», de Camus.
Así que al conocernos le platiqué el hecho y eso nos acercó. «No me digas maestro, dime Aarón»; y así nos conocimos, al día siguiente ya era Aarón para mí.
Aarón era de aquella generación de actores que preparó Hebert Darien. Intérpretes como: Regina Torné, Jackeline Andere, Hilda Aguirre, Virginia Carranza, Claudio Brook, Carlos Bracho, Julio Alemán, Miguel Palmer, Héctor Gómez…y muchos más igual de valiosos pero que ahora escapan a la fugitiva memoria.
Los primeros recuerdos hacia Aarón son en la telenovela histórica «El Carruaje», donde daba vida a uno de los secretarios de gobierno de Benito Juárez, me refiero a Sebastián Lerdo de Tejada. Yo era un chiquillo de once años y nunca imaginé que estaba conociendo a la que un día iba ser mi gente.
Al poco tiempo recuerdo ver a Aarón en la película de su paisano Gonzalo Martínez, aquella epopeya del pueblo chihuahuense de Tomochic sublevado a Díaz, ese portento cinematográfico llamado: «Longitud de Guerra».
Lo veo en aquel telefonista joven de «Viento Negro», de Servando González, en aquella gran ópera prima de Raúl Araiza llamada «Cascabel», vivo su entusiasmo, En «Renuncia por Motivos de Salud», recuerdo aquel padre de «Carlitos», y su gusto por aprender inglés, como símbolo de progreso en «Mariana Mariana», de Alberto Isaac.
Pero para mí, sus grandes retratos actorales a personajes en el cine los consiguió en: «Llovizna», de Sergio Olhovich, en «Nuevo Mundo», en «Chin Chin, el Teporocho», y en «Bandera Rota», dirigidas las tres por el recién fallecido Gabriel Retes.
En «Llovizna», Aarón logra una gran interpretación de un agente viajero que vive una auténtica pesadilla en una carretera nocturna. El miedo atávico y la paranoia lo llevan a matar a aquellos albañiles indígenas, a los que se ve obligado a dar aventón hasta la ciudad de México.
Aún recuerdo la cara de Aarón en close up final de la película diciendo para calmar su conciencia: «Al final de cuentas, no eran más que unos indios». Gran trabajo actoral.
Su trabajo en «Nuevo Mundo», es magistral. Aquel inquisidor español en tiempos de la colonia que inventa para los indios una virgen morena que los acerque a ellos. Ahí Aarón encuentra grandes matices interpretativos. Sin olvidar aquel abarrotero español, de secretos pervertidos sexuales en «Chin Chin el Teporocho».
Una vuelta de tuerca da el actor a los retratos humanos que le habíamos visto. En «Bandera Rota», consigue otra gran interpretación bajo la dirección de Retes. La buena dirección actoral de Gabriel tuvo gran repercusión para los buenos trabajos de Aarón Hernán. Por cierto ellos se conocieron en el teatro. El padre de Gabriel Retes, el destacado director teatral Ignacio Retes, dirigió a Aarón en varias obras.
En la misma semana de estos días finales del mes de abril del 2020, parten dos artistas de nuestro cine y teatro mexicano: Gabriel y ahora Aarón.
Yo particularmente siempre recordaré a Aarón Hernán, como un gran señor. Un caballero respetuoso. Un actor que era un gran compañero de trabajo. Charlista. De gran sentido del humor, que te alentaba cuando te veía una bonita función de teatro. Piropeador de la belleza de la mujer. Cómo olvidar aquellas anécdotas vivas entre él y Susana Alexander.
Cada vez que paso por el Teatro Rafael Solana en Coyoacán, recuerdo aquella obra de «Exonerados», pero ahora tendrá la memoria un sabor especial: el privilegio de haber compartido la escena con un actor que fue toda entrega pasional a su quehacer, el gran Aarón Hernán.
Descansa en paz Aarón, diste mucha vida del alma para todos los que continuamos con amor en este escenario de la vida.
Nota: Escrito realizado un abril del 2020, tiempos aciagos por el hasta luego de un actor que los tiempos me hicieron conocer. ¡Gran actor, el querido Aarón!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan