(Una obra está por nacer: «Pequeñas Infidelidades», de Mario Diament)
Raúl Adalid Sainz
Sí, los actores de teatro tenemos miedo cuando se acerca el estreno.
¡Vamos a parir!, dicen las lenguas de otros tiempos. La garganta se seca, las horas de dormir se acortan, la respiración no es la misma. El cuerpo se agita. Estás sensible. Eres como la madre que trae un vástago teatral en las entrañas.
Es el personaje que lo clamaste desde las profundidades. Los despiertas de su tumba y quieren vivir en la caverna oscura y de luz de nuestra alma. Se posesiona de tu casa, de tu mente, de tu imaginación y tú naufragas en el cotidiano. Sólo eres libre en la duela de los teatros. Ahí es el momento de la verdad que se acerca. Es el confesionario de todas las iglesias. Tu mise en sce’ne está a días de comenzar.
Por eso el actor de teatro se acojona, sus líneas aprendidas, que parece que trascienden creativas en el ensayo, parecen olvidarse. Cree que la interpretación del personaje huirá como fugitivo por la noche.
Ese es el actor de teatro. El que abre los ojos y es de madrugada. Su parto, el nacimiento de su obra, es el más crucial de todos los instantes. Su fiera interna le grita: ¡Cógete al miedo!, y se lo va a coger, porque la hora de la verdad le ha llegado, y está determinado a que sucedan todos los sucesos.
Yo rezo, pido a Dios, a la virgen, y al todo poderoso de «El Círculo Teatral», que nos cuide.
El próximo 5 de mayo, «Pequeñas Infidelidades», de Mario Diament nacerá. Mi admirada, y compañera de viaje actoral y productora, es Ángeles Marín. Nuestro director y guía, el querido Víctor Carpinteiro. El templo sagrado de nuestro nacimiento teatral: «El Círculo Teatral», de la colonia Condesa.
Te esperamos a ti, público, elemento fundamental del teatro para comulgar juntos el camino del alma humana. Ese es el espejo y razón de eso llamado el arte escénico. Lo demás, como dijo el bolero, es tan sólo vanidad.
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan
