Luis Alberto Vázquez Álvarez
En 1930, José Clemente Orozco, muralista mexicano pintó en la Universidad de Pomona (Claremont, Cal. USA) una obra en la que se observa al Titán Prometeo robando el fuego del Olimpo para entregárselo a los humanos y con ello permitir su desarrollo pleno como seres independientes, ya no sujetos a la voluntad de los dioses.
Esta obra pictórica, a diferencia de muchas otras sobre el mismo tema, representa al coloso emancipador fundiéndose en la misma flama libertaria, surcando airoso hacía el infinito mientras miles de seres humanos, muchos de ellos vestidos con ropas miserables y hasta cadavéricos, lo aclaman.
En la versión original de Hesíodo, según la mitología griega, Prometeo tenía la reputación de ser algo así como un astuto embustero y es famoso por haber dado a una humanidad despreciada por las divinidades, el regalo del fuego y el arte de la metalurgia. Acción por la cual fue castigado por Zeus: encadenado en el Cáucaso, todos los días el águila etón, nacida de los monstruos Tifón y Equidna le devoraba durante el día su hígado, mismo que por la noche se regeneraba para volver a sufrir nuevo suplicio al día siguiente. Brutal martirio por ayudar a los desvalidos.
Prometo tras entregar a la humanidad el fuego que representa la iluminación y el conocimiento, según los filósofos helénicos; marca el inicio de la civilización humana; pero como todos aquellos que se atreven a buscar el bien de los demás enfrentando a los poderosos, padecen terribles represalias perdiendo hasta la vida; reciben lo mismo el agradecimiento de los beneficiados como el desprecio de quienes, codiciosamente poseían aquello que habían atracado y ahora quieren impedir sea devuelto a quienes equitativamente pertenecen.
El Prometeo Orozquista se cataloga como una alegoría artística que intenta llegar a un pueblo oprimido, ofreciéndole simbólicamente inteligencia autárquica y sapiencia comunitaria; típico sentido social del espíritu del muralismo mexicano y su deseo de transformar la sociedad.
En la humana historia, todas aquellas personas que han decidido dedicar su vida en buscar la redención de los desposeídos han tenido que pagar precios muy altos. Resulta que para exigir los derechos de los débiles hay que atacar a los poderosos que han arrebatado, por medio de despojos, los bienes terrenos que serían suficientes para que cada habitante de la tierra tuviera una vida digna, si se repartirán con justicia social, nadie tendría hambre. Los potentados se han enriquecido en exceso privando a millones de sus derechos y dejándoles, cuando mucho, “migajas” término que ahora utilizan ciertos pervertidos políticos.
Jesús de Nazareth, Cristo, la más excelsa figura de la humanidad, es considerado el ejemplo más puro de una redención efectiva, pero pagada con la miseria de la corrupción y el desprecio no de los pobres, sino de los esbirros de los saqueadores. Él predicó siempre el amor y pidió justicia para todos, jamás injurió a nadie y sí, llamó a la lucha contra el mal. Los saduceos y fariseos, enemigos mortales ideológicos entre sí, le odiaron porque con su doctrina les privaba de sus negocios espurios y se unieron en una guerra sucia contra Él; todos sabemos cómo terminó aquello. Hoy los jerarcas mexicanos de su iglesia, en lugar de vivir como Cristo predicó, son émulos de Caifás y de Anás, incluso superándolos infinitamente y con furia fustigan a quienes si quieren ayudar a aquellos por los que Jesús murió; así de cínicos y corruptos.
Hoy en México grupos políticos imitan a saduceos y fariseos, se visten de redentores y ofrecen respetar los derechos ya otorgados al pueblo, alegan fraudulentamente que ellos los crearon, pero en realidad su única intención es recuperar privilegios perdidos y volver a generar contratos leoninos en los que entregarán a extranjeros los recursos naturales del país. Obedecen ciegamente a la malévola conseja de utilizar la “Guerra Sucia” como argucia para tergiversar la verdad y destruir lo mismo dignidades que programas solidarios en beneficio de la comunidad. Paradójicamente son protegidos judicialmente por jueces pervertidos, árbitros idénticos a los que acusaron a la casta Susana de adulterio luego de resistirse a ser violada por ellos; lograron inicialmente condenarla a muerte, pero nuevamente triunfará la justicia como narra la biblia (Daniel 13,1-9) y su condena histórica será implacable.