Sandra Sierra Limones
Vamos a empezar a escuchar cada vez más seguido que las mujeres somos eje prioritario en todas las campañas políticas. Casi todos lo dicen de dientes para afuera, pero los aspirantes a legisladores de Morena en particular, lo dicen porque no es lo suyo tener pudor.
Hay que ser muy cara dura para hablar de este tema cuando acabaron con el anexo 13, la acción afirmativa que contenía los programas y acciones estratégicas para acelerar la igualdad sustantiva de las mujeres. Usted no está para saberlo, pero hubo un día en este país, que se asignaba recurso para que las madres solteras pudieran acceder a guarderías para ir a estudiar o para trabajar de manera informal. También había recurso para la atención al cáncer de mama, el cáncer cérvico uterino, la prevención del embarazo adolescente, los refugios, entre otros temas, ahora todo queda en el recuerdo.
Pero en Morena los aspirantes sostienen sus dichos en que Claudia le va a dar pensión a las mujeres a partir de los 60 años. Ojalá y lleguemos porque entre las enfermedades que no se atienden y los feminicidios que están a la alta, seguramente no todas vamos a poder acceder a este recurso de transferencia.
En el ámbito municipal, todo es una tristeza… son poquísimos los candidatos que las despensas no cambian ni la posición ni la condición de las mujeres, que los Institutos Municipales no son como “DIF chiquitos”, que familia y mujer no son sinónimos y que las clases de corte y repostería tampoco indicen en la igualdad sustantiva.
Es prácticamente imposible observar programas serios en el ámbito municipal: no hay agenda feminista, porque en medio de la ignorancia, la propia palabra, da prurito, y trienio tras trienio el trabajo a realizar se limita a un espacio con poco presupuesto, pocos alcances y poco conocimiento del tema: se va trabajando conforme a ocurrencias y recursos al alcance: cursos de pan, de computación, moños morados y anaranjados, algunos programas aislados e inconexos en torno a la salud, porque de repente se trabaja en la detección pero sin posibilidades de referenciar al tratamiento o la atención integral, porque de repente se trabaja en la prevención de violencia, pero sin ninguna ruta crítica de atención, sanción y erradicación.
Jamás he visto por ejemplo un trabajo serio de ciudadanización y participación ciudadana para las mujeres; finalmente llegamos más tarde a la fiesta de la democracia, pero nadie se anima porque… ¿Qué tal que empezamos a participar con independencia, conocimiento y libertad? Eso no le conviene al patriarcado que es de tantos colores como hay partidos políticos.
Para las mujeres, no se avizora nada nuevo con una mujer presidenta porque ser mujer no garantiza un compromiso con el género, porque las mujeres también hemos sido educadas y construidas en este sistema patriarcal, y porque hasta ahora hemos sido incapaces de desatar esos hilos sutiles, pero extraordinariamente firmes que hacen que nada cambie.
Ojalá nos demos cuenta pronto de la fuerza vital que tenemos y con la que podríamos hasta cambiar la política.