«El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder es ser capaces de soportar el odio». Sentenció el filósofo Séneca.
Luis Alberto Vázquez Álvarez
El estoicismo es una escuela filosófica fundada a principios del siglo III a.C. por Zenón de Citio. La RAE lo define como “Fuerte, ecuánime ante la desgracia”. Él, de sí mismo dice: “guiarse por la razón y controlar lo que se piensa al respecto de lo que sucede”.
Divide las pasiones en buenas, malas e indiferentes. Las buenas hay que potenciarlas, las indiferentes obviarlas y hay que lidiar con las malas que son resultado de errores del cómo vemos a la sociedad y al mundo. El estoico invita a las personas a no perturbarse por las opiniones que tienen los demás sobre las cosas que pasan, sino enfrentar esas opiniones, cuestionarlas como hipótesis y no como hechos firmes antes de asumirlas como propias. Así obtenemos una perspectiva más productiva logrando respuestas racionales a esas pasiones para convertirlas en emociones saludables.
Su objetivo final es alcanzar la felicidad y la sabiduría. Gracias a su capacidad y fuerza de voluntad controla emociones o sentimientos, aunque para ello deba prescindir de comodidades, bienes materiales y fortuna; ello es aconsejable ya que solamente son aceptables aquellas cosas que no están bajo nuestro control, las que no son producto de nuestras acciones. Su fundador despreció academias (Platón) o liceos (Aristóteles) para enseñar, lo realizó en la calle. Al aire libre, ahí reunía a sus discípulos.
Los valores del estoicismo son: Autocontrol: Solidaridad: (sentir las desgracias ajenas al mismo nivel de dolor o empatía que las nuestras); Templanza: habla sólo lo necesario y se breve, jamás hables acerca de otras personas. Elige con sabiduría tus amistades (Hoy tanto en el mundo real como en el digital); Se humilde, tus logros serán vistos sin que los presumas o los grites a todos y se prudente; jamás acuses a una persona de algo que crees mal hasta que conozcas sus razones para ejecutarlo.
En la humana historia los pueblos han sabido reconocer a los estoicos, los respetan, los aprueban y los inmortalizan; a los malvados los hunde en fétido estiércol pantanoso y los olvidan. ¿Cómo podría aplicar hoy en las visiones de nación de los candidatos la filosofía estoica? Pues revisando a cada uno de ellos y comparándolos con lo que ofrecen.
Los estoicos se distinguen por su preparación y por su lenguaje distinguido, lleno se sentido y con profundidad en su significado, buscan utilizar palabras profundas y plenas de sabiduría… Aceptan la realidad tal y como es sin intentar negarla o justificar en ella sus fracasos. El estoico busca domesticar las emociones, no eliminarlas; a continuación, algunas de sus máximas, parafraseadas con una reflexión actual.
“Consideran al ego como el enemigo primario de quien busca gobernar”; un auténtico estoico propone; genera esperanzas; ofrece futuro y jamás basa todo su capital en la destrucción ni de personas ni de programas; máxime cuando todos sus dichos están basados en mentiras y guerra sucia.
“Todo lo que escuchamos son opiniones, no hechos. Todo lo que vemos son perspectivas, no la verdad”. Ofrece entonces lo que eres y puedas dar, no vivas criticando a tu adversario. “Solamente, la verdad triunfa por sí misma, la mentira necesita siempre complicidad”; todo está en tu delirio porque jamás pruebas o demuestras que tienes razón.
“No actúes como si fueras a vivir por diez mil años. La muerte te acecha. Mientras vivas, sé bueno todo lo que te sea posible”. Bueno no solamente como bondad, sino como actor social, nada de payasadas ni actos bochornosos que pongan en vergüenza a los demás miembros de la comunidad. Bien sentenció Epicteto: “Eres un alma pequeña que carga un cadáver bailador”.
Estoicismo es entender que “todos somos igualmente dignos”, independientemente del trabajo a realizar, de la posición social o intelecto imaginario, presumido, pero nunca comprobado; esos son insultos, fanfarronadas contra quienes no los tienen.
Por ello creo que el estoicismo es capaz de llevarnos a una auténtica revolución espiritual que dignifique plenamente a todos los seres humanos; porque algunos políticos no entienden ni aprende el significado de lo que dicen, solamente hablan sin proponer nada, simplemente mascan chicle.