Historias de Actores
Raúl Adalid Sainz
Ayer, martes 13 de marzo, de este 2018, leí Tony querido de tu adiós. Sentí la ausencia, en ese dolor en los párpados, ese mar de océano que busca salida por los ojos. Duelen los alejamientos, por no volver a ver a las personas que significaron un algo importantísimo en un capítulo de tu vida.
A Tony Trabulse tuve el gusto de conocerlo allá por 1990. Fue una Diosidad, casualidad, o causalidad. Fui a buscar un día al director teatral Hebert Darien para pedirle chamba como locutor. Hebert, ese gran director teatral, dirigía comerciales para una agencia publicitaria. Al verlo me saludó con esa bonhomía de humor con la que Hebert saludaba a la vida.
Recuerdo que me dijo: «Que locutor ni que ocho cuartos, tú estás muy en tipo para la obra que voy a dirigir sobre la emigración libanesa a México. Un año atrás Hebert me había visto en una obra teatral llamada «La Soga, o Por el Placer de Matar». Sabía que mi trabajo actoral le había gustado. Esa mañana me dijo que le iba decir a su productor Antonio Trabulse que me fuera a ver al teatro para que diera su opinión y aval. Yo representaba en ese momento una obra llamada, «Descubrimiento», de Nikos Katzanzakis, dirigida por Alexandro Tamayo.
Una noche supe que Tony Trabulse había ido al teatro. Al no verlo después de la función pensé que no había convencido mi trabajo o que no me había visualizado para el personaje. Al día siguiente le hablé a Hebert como mero formulismo. En el entusiasmo total Hebert me dijo: «El papel es tuyo, Trabulse se enloqueció, me dijo que pareces recién llegado de Líbano».
Conocí personalmente a Tony a los pocos días. Un hombre de un verde intenso en sus ojos. Su mirada irradiaba bondad, luz nítida. Eso me dio una gran confianza. Me mostró una gran simpatía, confianza y entrega de su papel protagónico llamado «Feres». Un joven libanés recién llegado a México. Tony Trabulse era además de productor, el dramaturgo de la obra teatral llamada «El Vuelo», (Historia de la Emigración Libanesa a México).
El querido Tony, era un promotor cultural de la historia y cultura de Líbano. Su entusiasmo era irradiante. Su ideal era que la raíz fenicia floreciera en México. Ese arrojo cultural lo llevó a construir dramatúrgicamente su obra teatral.
Los ensayos comenzaron. La mayoría eran gente joven, alumnos de Hebert Darien. En el elenco recuerdo a Don Claudio Brook, con quien alterné el papel de «Feres», él la parte madura y yo la etapa joven, estaban la querida Tina French, Tito Reséndiz, Carlos Pouliot, Raquel Garza, Armando Moreno Leal, dirigidos por el talentoso ruso Hebert Darien. La obra fue en el Teatro Libanés de la Ciudad de México.
Tony acudía a los ensayos. Lloraba. Era un hombre muy sensible. Montó la coreografía del, «Dabke», baile regional libanés. Tony era un experto en esas lides.
La obra en términos generales era una estampa de un joven que emigra de un pueblo de Líbano. Vemos su peripecia por el mar hasta llegar a Veracruz y después su desarrollo en México. Un camino lleno de azares, donde vende mercancías de casa en casa. La magia de Tony transformaba esa venta de artículos diversos en esperanzas.
Al llegar el emigrante a la aduana en Veracruz había una escena jocosa. El protagonista se llamaba: Feres Abdala Marwan, el aduanal decía: ¿Cómo? – alargando la o – «Feres Abdala Marwan»- decía con humildad – «Nooo, aquí te vas a llamar: Felix Zavala Margáin.
A los libaneses les cambiaban el nombre al llegar a México. El hecho era histórico. El público en su mayoría oriundo o hijos o nietos de libaneses se carcajeaba en el teatro por el reconocimiento.
El final era hermoso. Feres ya viejo cuida a su nieto. Los papás del niño fueron a una fiesta. El viejo emigrante le cuenta la historia de su vida; conforme pasa el relato el niño va durmiéndose. Al verlo el abuelo dormir en su regazo le dice: «Duerme tranquilo Ebne, que todo lo que hice fue para que tu durmieras tranquilo». «Ebne» en el dialecto libanés del árabe es pequeño, mi niño.
La obra de Tony era un poema. El público libanés lloraba. Sobre todo los emigrantes viejos que veían en la obra un espejo de reconocimiento de vida.
Por eso ayer al enterarme de tu adiós Tony, sentí dolor, tristeza, como si una página se cerrara. Hoy al escribir lo siguiente esas lágrimas se convierten en recuerdo vivo. En memoria. Y ahí comienza la vida. Somos capaces ahora de contarla.
Te embarcas como tu protagonista en una nave que no habrá de retornar. Dejas como «Feres», tu héroe, un zurco de mar que es sembrado en honda semilla que florece en este tu México al que te prodigaste como buen hijo de emigrante libanés. Yo, al conocerte, tuve el privilegio de decir, como un día el presidente mexicano López Mateos dijo al ir a un evento en el Centro Libanés: «El que no tenga un amigo libanés que se lo busque». Tuve la enorme dicha de ser tu amigo y actor.
Gracias querido Tony por todo lo dado. Por esas noches de aplauso en ese entrañable teatro. Por permitirme cantar a Líbano teniendo una rama de cedro en mis manos. Por pronunciar tanta historia de ciudades, tanto amor, tanta ilusión puesta en un poeta emigrante. Hoy sé que «Feres» eras tú.
Un abrazo hasta la morada eterna de luz. Gracias siempre, querido Tony Trabulse Kaim.
Nota: La segunda foto corresponde al montaje de «El Vuelo». Estamos Tina French, Hebert Darien, Claudio Brook, no recuerdo el nombre del niño, y un servidor.
Este texto pertenece a mi libro: «Historias de Actores»(un recorrido por el mundo teatral y cinematográfico)
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan