sábado 23, noviembre, 2024

MERCERÍA

El Voto Femenino

Sandra Sierra Limones

Fue el 3 de Julio de 1955 cuando las mujeres mexicanas pudieron ir por primera vez a votar en una elección federal.

No fue sencillo: a finales de 1916 Hermila Galindo, destacada ciudadana de Lerdo, Durango, y secretaria particular de Venustiano Carranza ya buscaba cómo abatir la brecha de desigualdad solicitando los Derechos Políticos de las Mujeres a los constituyentes. El argumento era sencillo: si las mujeres ya tenían obligaciones, deberían tener derechos. La respuesta de los constituyentes fue también contundente “no se advertía la necesidad de conceder el voto de las mujeres, y si bien algunas mujeres excepcionales tenían las condiciones para ejercer sus derechos políticos, esto no fundaba la conclusión de que estos derechos debían concederse como clase”.

Hermila era terca, sabía que no iba a ser diputada, pero fue a inscribirse para el proceso de 1918. Yo creo que no se lo impidieron porque era la más cercana al presidente, pero por supuesto no se reconoció ni su participación ni su triunfo.

Siguieron otras mujeres que fueron abriendo brecha, anónimas las más, todas valientes, aferradas, necias, disidentes… algunos gobernadores adelantados a su época hicieron ejercicios locales, que solo duraron mientras ellos estuvieron en el poder.

En los 30s las mujeres se reunían y seguían solicitando poder ejercer sus derechos políticos: los argumentos en contra era que realmente a las mujeres no les interesaba la política, que podían perder el decoro, y por supuesto que no conocían las mañas que se requerían para transitar en el arte.

Lázaro Cárdenas, fiel a su vocación progresista, envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para que las mujeres pudieran votar y ser votadas. De la Cámara de Diputados salió a favor, se fue a la de Senadores y corrió con la misma suerte, ni modo que el poder legislativo se opusiera a lo que el General Cárdenas deseaba, de repente todos se volvieron fervientes defensores de los Derechos de las Mujeres, pero falto un detallito.

El decreto nunca se publicó: no estaba las aguas para eso, en España había salido mal el experimento y las mujeres voltearon las elecciones la primera vez que tuvieron la opción, además había que solventar la expropiación petrolera.  El Gobierno solicitó a las mujeres se unieran para “salvar la patria” léase se organizaran para conseguir dinero para la expropiación… el tema ese de los Derechos… pues… ya se vería en otra ocasión.

Así pasaron los años, sujetas a que el Estado no tuviera miedo del voto de las mujeres, y fue hasta 1953 que se logró, tras la lucha de muchas mujeres que dejaron alma, corazón y vida.

Ahorita tenemos la mitad del pastel: pero no nos hemos dado cuenta.

Todavía estamos esperando que nos digan cuando nos lo podemos comer, y pensamos que, si hacemos cualquier movimiento en falso, no nos van a invitar al pastel, pero no necesitamos invitación. Somos dueñas de la mitad.

Hace poco, a una amiga le pedían el teléfono de una dirigente de un partido político, su respuesta me dejó reflexionando mucho:

“No tengo el teléfono, pero además ella no toma decisiones, acuérdate que las decisiones las toman otros”.… ¿Quiénes son los otros? tres machitos que la acompañan de forma permanente para irla guiando por ese camino que nunca va a poder transitar libremente… hasta que rompa el pacto patriarcal que se ha naturalizado en el partido en el que milita.

Ojalá un día cercano nos demos cuenta que la mitad del pastel es nuestra, y que podemos disponer de ella sin que los dueños de la otra mitad nos tengan que dar instrucciones, y que las grandes decisiones de este país, ya es hora que no se tomen en las cantinas elegantes, al calor de las copas, sino en la calidez de una cocina, o en el comedor mientras se comparte con generosidad lo que tenemos.

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