Marcelo…
Sandra Sierra Limones
Hoy es el día de la lucha contra el cáncer infantil. Seguramente para usted es un día más, seguramente cuando ve a esos niños pálidos y sin cabello, eleva una plegaria para que se recuperen pronto, y hasta ahí… porque esa es una de esas causas que nos importan hasta que les ponemos nombre y apellido.
En mi caso, se llamaba Marcelo. Tenía un año siete meses cuando Dios le regaló unas alas y se lo llevó a su lado: luchó como los grandes, teniendo el sostén de unos padres que dejaron las lagrimas de lado para apoyar, creer, rezar, confiar y hacer todo lo que estuviera a su alcance para la recuperación de su hijo.
Marcelo es mi sobrino. Ya no está conmigo, pero en su tiempo nos enseño que todos los minutos cuentan, que no importa cuantos problemas puedas tener en tu vida, mientras la salud permanezca, todo es muy fácil de resolver, que en el silencio también se habla, y que, en el amor, y por amor, todo se supera.
Además del acuciante dolor de un hijo enfermo, sus papás tuvieron que someterse a la decisión de cómo y dónde iban a atender a su hijo. A pesar de la carencia de Seguro de Gastos Médicos, supieron que la Seguridad Social no era opción: hospitales sin medicinas, medicinas incompletas, citas escasas, equipos que no existen o que están descompuestos, de repente tuvieron que tomar un montón de decisiones que no se las merece ningún papa que tiene a sus hijos en esas circunstancias.
En todo el mundo, tener un hijo enfermo de cáncer provoca en los padres un dolor que desgarra, en México hay que sumarle al dolor de la enfermedad, el dolor de la falta de medicamentos y de atención. No puedo ni siquiera imaginarme la impotencia de saber que la curación de tu hijo depende de funcionariado que prefiere el discurso fácil que el reconocimiento difícil, del funcionariado que prefiere el engaño y la simulación antes que hacer un ejercicio de honestidad y reconocer la abrumadora escasez a la que se han tenido que enfrentar estos chiquitos y chiquitas en este, el sexenio donde se desarticuló todo el andamiaje institucional de salud para los que menos tienen al tiempo que prometen una y otra vez, un sistema de salud “como el de Dinamarca”
Pero Dios es bueno, y en estos momentos, y en estas circunstancias, siempre hay una luz que se enciende: la figura de Cecy Marroquín de Murra ha sido esa luz para muchas, muchas familias, dedicada como esta desde hace años, a construir un entorno feliz para estos niños, a convencer para su causa, a lograr que todos y todas se sumen, a dar una palabra de esperanza, un regalo, y un momento de alegría entre tanta pena. Cecy, gracias por tu Casa Feliz, gracias por tu entrega, por tu cariño, por tu capacidad de sumar por estos que has convertido en tus niños, por tu trabajo constante y permanente, y por ser el soporte de tantas familias. Qué afortunados y afortunadas somos en Torreón de tenerte.