jueves 19, septiembre, 2024

Mercería

Hay que hablar bajito…

Sandra Sierra Limones

En Cuba se habla bajito… a pesar de la estridencia de los cubanos prácticamente para todo, la queja por las carencias permanentes se hace casi en silencio. El motivo de ese silencio son los “Comités de la Defensa de la Revolución” responsables de lograr que por convencimiento o por miedo todos los cubanos y las cubanas se porten a la altura, soporten, no se quejen, sonrían sin motivo y olviden el hambre bailando.

En México nos estamos acostumbrando a hablar bajito: a pesar también de nuestra estridencia, cada vez es más cotidiano el silencio: De repente llegan a la colonia… hay que ir a México el 1 de marzo, ya fueron el pasado 18 de marzo, también el 1 de diciembre. Es un viaje cansado, aburrido, muchas horas en el camión donde se acumulan los olores, el cansancio y el insomnio.

Es primero de diciembre y son las cuatro de la mañana. Don Anselmo piensa que a esa hora se estaría levantando para ir al Seguro. Ya son muchos meses sin insulina, pero se está tomando el té que les lleva la vecina de enfrente, aunque los dedos del pie cada vez están más oscuros. Le dijeron que le iban a dar cita con el especialista, pero todavía falta un mes…

A las seis de la mañana están entrando a la gran ciudad… que bonito es México… aunque nada más ve el Zócalo siente que valen la pena las 16 horas de viaje. Las personas se van despertando y se asoman por las ventanas. Las señoras doblan las cobijas y a las 8 llegan los anuncios de esa señora tan buena que les dice que hacer.

“Muy buenos días, ya saben, todos juntos, como a las 10 nos van a traer de almorzar, hay que acercarse a las ollas, prometieron tamales, champurrado y atole, acuérdense de agarrar su bandera y seguir la fila, acuérdense que el presidente Andrés Manuel está muy contento de que lo acompañen, que sienta que aquí estamos y claro, acuérdense que es el único que piensa en ustedes”.

A Anselmo lo acompaña su nieta María que está en quinto, pero todavía no sabe leer ni escribir. En su escuela ya tienen muchos días sin clases porque entraron a robar y no hay baños, se llevaron la instalación, los muebles, los cables, y pensando en eso, Anselmo se atreve a decir muy bajito: “pinche gobierno, deberían de cooperar para que puedan seguir yendo a la escuela” …

María se ve contenta, tiene hambre, y bajan del camión los dos, horas después llegan los tamales y luego los souvenirs. A María le gustaría llamarse Claudia, porque le dicen que así dice todo, la playera, la gorra, las banderas, los aplaudidores, distingue algunas letras, y piensa que Claudia debería llamarse María para que así, fuera todo de las dos.

Son muchas horas paradas, a Anselmo le duele el pie, desayunaron tamales, comieron tamales, y les están dando una bolsita de dos tamales para el regreso. No vieron al presidente, no entendían de que hablaba porque estaba muy lejos y nada más pensaban en todo lo que tenían que caminar de regreso. Con los pesos que alcanzó al llevar, compró dos muñequitos con la figura del presidente para sus otros nietos y le dieron una gorra que dice “Es Claudia”, a él le da risa, y piensa que debería decir: “Es Anselmo”.

De regreso, están más cansados: los olores ayudan al sopor y todos se hunden en un sueño poco profundo y poco reparador.

Anselmo deja de recordar el último viaje, y le dice bajito a su señora, porque no quiere que se vaya a enojar la señora que los lleva y que es tan buena: “Vieja, te va a tocar a ti, te llevas a la María, que ahora yo sin pata, sirvo para muy poco”, porque Anselmo tuvo suerte, y le cortaron el pie casi inmediatamente después de la cita. El Doctor dijo que era inhumano, que nunca había amputado tantos miembros como ahora que no hay medicamentos, pero él le da gracias a Dios que todo salió bien.  No quiere que sepa la señora tan buena, pero no va a poder ir a ver al presidente, y piensa bajito, porque le da miedo que se escuchen sus pensamientos: “ora si no puedo ir AMLO porque me falta una pata, si te da tanto gusto verme, pues ven tú que todavía tienes las dos”.

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