domingo 24, noviembre, 2024

MITOS Y NOVEDADES EN LA HISTORIA DE MÉXICO

La Constitución de 1857, no era antirreligiosa

Jesús Vázquez Trujillo

Después del triunfo de la Revolución de Ayutla en 1855, el general Juan Álvarez asume la Presidencia de la República, y una de sus primeras labores como presidente, por no decir que la única fue hacer la convocatoria para la formación de un Congreso Constituyente, el cual a su vez habría de iniciar los trabajos legislativos, para crear una nueva constitución federal que sustituyera a la de 1824.


Desafortunadamente, al poco tiempo de haber asumido la presidencia, don Juan Álvarez decide renunciar a la misma, entre otras cosas por los ataques e intrigas del partido conservador hacia su persona y su familia, además de que el general Álvarez no pudo adaptarse al clima de la ciudad de México, ya que él nació en el sur, concretamente en Atoyac, en el hoy Estado de Guerrero, del que por cierto fue su fundador y primer gobernador.
Dejando el cargo en manos de su ministro de Guerra, el también general Ignacio Comonfort, a quien le correspondería instalar el Congreso Constituyente, el cual quedó conformado por prominentes liberales, puros (Radicales) y moderados.
El clero católico y el Ejército (los conservadores), desaprobaron la nueva constitución porque si bien no censuraba el culto a la religión católica, si reconocía la existencia de otras religiones, además de la católica, permitiendo la libre práctica de las mismas.

En pocas palabras, la nueva constitución reconocía y otorgaba la libertad de cultos, en tanto que la de 1824, establecía la supremacía de la religión católica, reconociéndola como la única y verdadera, negando la existencia de cualquier otra creencia religiosa.
Tan no era antirreligiosa, la constitución de 1857, que el texto constitucional iniciaba con esta frase: “En el nombre de Dios Todopoderoso y con la autoridad del pueblo mexicano”, pues los constituyentes tenían plena conciencia de que México es un país católico por herencia hispana.
Por lo tanto, ninguno de los constituyentes ahí reunidos se opuso a que esas palabras estuvieran inscritas al inicio de la Carta Magna.
El único legislador que si mostró una férrea oposición a que esa frase quedara al inicio de la constitución, fue el diputado del ala radical don Ignacio Ramírez Calzada, mejor conocido como el “Nigromante”.
Don Ignacio, era ateo y anticlerical, pues se negaba y con toda razón a que esa frase adornara una constitución de esencia y principios liberales, arguyendo que: ¿Cómo vamos a dejar esa frase al principio; “En el nombre de Dios Todopoderoso”?, ¿Qué estamos los diputados en santuario o en un recinto legislativo?, ¿Somos los diputados sacerdotes, acaso? ¿Vamos a creer en el cuento ese de el derecho divino de los gobernantes?, ¿Acaso el derecho divino, no es igual al sudor y la sangre de los pueblos? ¡Y nosotros señores, somos los representantes del pueblo, óiganlo bien, somos los representantes del pueblo!. ¡Dios, No Existe!
Nadie hubiera tomado en serio las vehementes palabras del nigromante, de no haber sido por la sacrílega afirmación con la que remató su discurso. ¡Dios, No Existe!.

Esta afirmación, provocó el enojo de los diputados del ala moderada liberal, quienes se hicieron de palabras con los radicales y poco faltó para que pasaran a los golpes.
Finalmente, con el consabido enojo del diputado Ignacio Ramírez, y sin haber cambiado ni una palabra del texto legislativo, la Constitución, pudo concluirse en tiempo y forma, el 5 de febrero de 1857.
Siendo el presidente del H. Congreso Constituyente, el anciano Don Valentín Gómez Farías quien ante un crucifijo juró reconocer la recién promulgada constitución federal, ante Dios.
A fin de cuentas, la razón por la que el clero católico, rechazó la constitución de 1857, fue por el hecho de que ésta reconoció la existencia de otras religiones y otorgaba la libertad de cultos.
Negando con ello, la supremacía hegemónica de la religión católica, como la única y verdadera existente en la República Mexicana.

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