martes 24, septiembre, 2024

Dogma de Fe

Marcos Durán Flores

El Holocausto y la solución final de los nazis

La mañana del 20 de enero de 1942, la nieve cubría el paisaje de la Villa Marlier, una hermosa propiedad que se encuentra en el distrito berlinés de Wannsee en las afueras de la capital alemana. Reunidos en ese lugar, Reinhard Heydrich en representación de Heinrich Himmler, el oscuro jefe de la Schutzstaffel, mejor conocida como las SS, Adolf Eichmann, jefe de asuntos judíos de la Oficina Central de Seguridad del Reich y un grupo de altos oficiales, planificaba la “Solución final” al “problema judío” en Europa.

Desde la aprobación en 1935 de las leyes de Nuremberg, había iniciado la eliminación de esta raza en Alemania, pues se le consideraba inferior. Lo primero fue despojarlos de sus derechos, luego de sus bienes y al final de sus vidas.

Adolf Hitler había dejado en claro desde 1939 cuáles eran sus intenciones con respecto al destino de los judíos en Europa. En un discurso ante el Reichstag, afirmó que “Si los financieros judíos internacionales dentro y fuera de Europa logran sumergir a las naciones una vez más en una guerra mundial, entonces el resultado no será la bolchevización de la tierra y, por lo tanto, la victoria de los judíos, sino la aniquilación de la raza judía en Europa.

Ya en 1941 las matanzas eran sistemáticas: Se les fusilaba, ahorcaba, ahogaba o forzaba a trabajar hasta morir. Hombres y mujeres, niños y ancianos, todos eran inservibles para el futuro de la “raza superior” imaginada por el Führer. Después, a la lista se sumaron gitanos, homosexuales, enfermos mentales o con alguna discapacidad o debilidad física, personas “indeseables” para el nazismo y su idea de una “nueva sociedad”.

Pero los judíos se contaban por millones y Hitler se mostraba impaciente, pues los métodos utilizados no mostraban la rapidez que esperaba y en enero de hace 82 años, se implementó un elaborado plan para acelerar su exterminio. La eliminación de los judíos de Europa iba a ser el corolario de un plan meticuloso y adoptado con entusiasmo. Los judíos iban a desaparecer como parte integral de un programa industrial coherente. La Solución Final iba a ser un objetivo tan importante como ganar la guerra.

Surgió así la idea de utilizar el gas Zyklon B, que aceleró el proceso, pues tan solo en el campo de concentración en Auschwitz fueron asesinadas cuatro millones de personas y seis millones de judíos perecerían durante el Holocausto.

Esta ha sido la mayor matanza y el mejor ejemplo de limpieza social en la historia de la humanidad. Stalin y Mao siguieron su ejemplo eliminando a muchos que consideraban “indeseables”, pero ninguno alcanzó el grado de industrialización de la muerte que llegó a tener la Alemania de Hitler.

Por eso causan indignación los resultados de un estudio elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que reveló que una parte de los mexicanos se mostraría tolerante al exterminio de población “indeseable”. La pregunta del estudio es sencilla: ¿Usted aprobaría que maten a gente considerada indeseable, o no aprobaría que la maten, pero lo entendería, o no lo aprobaría ni lo entendería?”, y un 40 por ciento de los mexicanos toleraría un exterminio.

Con los niveles de inseguridad que vivimos y en “pánico moral”, es fácil reaccionar en forma discriminatoria, pues tememos ser dañados en nuestra integridad física o patrimonial y preferimos la desaparición de otro grupo visto como amenaza.

Ayer se celebró el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, y parece increíble que el ambiente que se vive, sea terreno fértil, pues hartos de la violencia, nos volvemos hostiles y avalamos la “limpieza social”. Los ejemplos son pródigos en esto: “Parecía malo” por eso lo mataron, “de seguro estaba metido, por eso lo desaparecieron”. Nos hemos deshumanizado y discriminamos entre “buenos” y “malos”, una simplificación que en otras etapas puede llevar a la persecución por credo, raza y preferencias políticas.

Por eso, cuando conocí los resultados de la encuesta, recordé la frase que nos revela mucho al respecto: “Quizás la más grande y mejor lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”… La dijo Adolf Hitler.

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