Coahuila: PAN y PRI pasaron del reparto del botín… al estallido del motín
Carlos Arredondo Sibaja
El hecho es escandaloso y solamente el cada vez más arraigado cinismo de nuestra clase política impide convertir a lo ocurrido en motivo para la dimisión de dirigentes partidistas y servidores públicos.
La frase con la cual retrató el hecho el presidente López Obrador es redonda, precisa, no tiene desperdicio: “cuando se reparte mal el botín, hay motín”. Se refería, desde luego, al más reciente escándalo provocado por la vulgaridad de nuestros políticos comarcanos al firmar un vergonzante “contrato” para repartirse el producto de lo conquistado en el pasado proceso electoral local.
Imposible no estar de acuerdo con él porque su retrato hablado del hecho da en el centro de la diana y dibuja de forma prístina lo ocurrido: el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, decidió ofrecerle al mundo pruebas inequívocas de la indecencia propia y la de sus aliados.
El documento publicado por el líder panista exhibe múltiples realidades. Ninguna de ellas sirve para hablar bien de quienes decidieron estampar su firma en el mismo: el propio Marko, el dirigente nacional del PRI, Alejandro Moreno; el coordinador Operativo de la campaña de Xóchitl Gálvez, Armando Tejeda Cid; el coordinador de la bancada del PRI en la Cámara de Diputados, Rubén Moreira y el hoy gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez Salinas.
La existencia del texto demuestra, en primer lugar y de forma ostensible, la grosera vulgaridad de quienes lo firman pues para ellos, está muy claro, los bienes públicos son una suerte de herencia temporal a cuyo usufructo se accede mediante la conquista del poder. El voto popular no es un mandato, sino el otorgamiento de la facultad para tratar lo colectivo como parte del patrimonio personal.
A partir de esta concepción es válido entonces pactar la entrega de fíats notariales, oficinas recaudadoras de rentas, magistraturas, direcciones de escuelas y universidades y hasta de instituciones cuya naturaleza, en teoría, les aleja de las decisiones unipersonales del gobernador en turno.
En segundo lugar, el documento exhibe la poca confianza existente entre quienes públicamente se reconocieron aliados, se estrecharon las manos, se abrazaron e intercambiaron elogios. No basta la palabra para confiar en el cumplimiento de los acuerdos cuya existencia debiera estar perpetuamente condenada a las sombras: es indispensable ponerlos por escrito, ¡y firmarlos! para creer en la posibilidad de su concreción.
Finalmente, la existencia del “contrato” demuestra cómo las fronteras de la decencia se han ido difuminando en la política mexicana y convertido a la conquista del poder en lo único importante. Se acabaron la mística, la ideología, los principios, el compromiso con la comunidad y cualquier otra cosa “romántica” en la cual usted haya creído: a nuestros políticos vulgares sólo les interesa conquistar el poder para servirse de éste.
Más allá del documento mismo, su revelación pone al descubierto otras cosas. La más importante de ellas es, lo ha dicho con insuperable tino el periodista Joaquín López Dóriga, la inaudita capacidad del dirigente nacional del PAN, Marko Cortés, para hacer “pendejadas”.
La segunda es la inmensa vocación por el cinismo de nuestros políticos locales en Coahuila, para quienes solamente existe en esta historia un acto condenable: la decisión del líder albiazul de revelar los detalles del pacto y con ello arruinar el idilio vivido entre los panistas y priístas coahuilenses desde el surgimiento de la idea de un gobierno local de coalición.
Su comportamiento es el típico de quienes creen -en verdad lo creen- formar parte de una historia en la cual existe, de un lado un victimario y, del otro, un conjunto de víctimas, cuando en realidad solo asistimos a la comprobación de lo perpetuamente sospechado: nuestra clase política está podrida y es difícil encontrar alguien a quien excluir de esta conclusión.
Por cierto: si el presidente López Obrador atina con la frase usada para caracterizar el hecho es sólo porque él conoce muy bien la receta y la aplica mejor: no deja sus indecencias por escrito ni, mucho menos, comete el error de confesarlas.
¡Feliz fin de semana!
carredondo@vanguardia.com.mx