viernes 20, septiembre, 2024

La Exposición ‘Buñuel en México’, un Salto al Vacío de la Creación

(Tres veces fui a vivir la exposición, » Buñuel en México», en la Cineteca Nacional, y aún me arrobo en el recuerdo)

Raúl Adalid Sainz

Ir a esta delirante muestra es un viaje a las profundidades creativas del cineasta aragonés Luis Buñuel. El paseo es como si el maestro te tomara de la mano. Hagamos el viaje. Primera sala: Su documento de migración a México, 1947 el año, fotos de la ciudad de México, misma que Buñuel encontró a su llegada.

Enseguida su primera película realizada en nuestro país: «Gran Casino», 1947, con Jorge Negrete y Libertad Lamarque. Una cinta que no gustó. En 1949 Buñuel da el salto al éxito comercial con «El Gran Calavera», con magistral actuación de Fernando y Andrés Soler. Película que sería modelo a seguir para la exitosa película contemporánea: «Nosotros los Nobles».

El recorrido sigue y vemos al «Ojitos», en gran fotografía, como pantalla que dará inicio para alucinar con «Los Olvidados», ese lienzo cinematográfico de 1950. Película de Buñuel que está más vigente que nunca. Veo una réplica del vestuario que uso don Roberto Cobo interpretando al «Jaibo». Observo la foto de cuando mata al trabajador de la fábrica y recuerdo su texto cumpliendo su venganza: «A mí el que me la hace me la paga».

Fotografías maravillosas del scouting de locaciones. Tacubaya, Nonoalco Tlatelolco, Río Consulado, serán testigos de esa gran obra de arte cinematográfica desdeñada en su estreno en México y premiando el Festival de Cannes a Luis Buñuel como mejor director.

Sigo mi camino y me topo a la sensual Rosita Quintana. La veo recostada en una cama enseñando las piernas, fumando, en su inquietante «Susana», película hecha en 18 días por Buñuel. Siempre recordaré el buen quehacer actoral de Fernando Soler, del gran intérprete Víctor Manuel Mendoza y de la bella Rosita Quintana.

Las inscripciones de los sentires de Buñuel hacia sus cintas están grabadas en los trastos que dan marco a cada película. Así me encuentro con, «Subida al Cielo», a quien Buñuel califica como lo más mexicano de su cine. Ahí veo fotos de una actriz que fue obsesión de don Luis por su cachondería: la gran michoacana Lilia Prado. Ahí Lilia desbordó sensualidad animal inaudita.

Veo fotografías de una de las películas de Buñuel que más me gusta de su periodo mexicano: «El Bruto», con la gran Katy Jurado y Pedro Armendáriz. Para mi gusto la mejor interpretación del actor en su carrera se da en esta cinta, junto con aquel personaje llamado «El Amo». Película de Roberto Gabaldón de nombre: «La Noche Avanza».

Voy como un ciego guiado por el lazarillo del recuerdo viviente y me encuentro con «Él». La película donde Arturo de Córdoba se sublima en el tormento de los celos. Buñuel lleva a la descomposición al buen comportamiento social de su protagonista.

El perder la cabeza y ser un animal de las emociones turbadas. Estamos quizá ante una de las mejores cintas de Buñuel de la etapa mexicana. Para tristeza del maestro la cinta no tuvo éxito en Cannes. Aún resuenan en mí esos tambores de Calanda, pueblo natal de Buñuel, como símbolo de la mente enmarañada de Arturo de Córdoba en la última secuencia de la película. Me subo a un tranvía y viajo en ilusión con «Mantequilla», Carlos Navarro y Lilia Prado. Veo reses colgadas de los tubos, carniceros y cristos con viejas rezanderas.

Escucho música repetitiva proveniente de una cajita musical con una pequeña bailarina. Es la réplica de la utilizada en «Ensayo de un Crimen», novela de Rodolfo Usigli, llevada al cine por Buñuel. Las obsesiones criminales de «Archivaldo de la Cruz», protagonizado espléndidamente por Ernesto Alonso. En esa sala un maniquí de una mujer hermosa: Miroslava.

Abajo una inscripción que dice: con Luis Buñuel volvería a trabajar y gratis.

El viaje continúa y veo fotos de mi querida Columba Domínguez cuando fue dirigida por Buñuel en «El Río y la Muerte». Veo una serie de fotos de Jorge Mistral y Tito Junco, una cita de Buñuel diciendo que hay películas fallidas. El aragonés no se andaba con medias tintas para juzgar su trabajo. Se refería a «Abismos de Pasión».

Sigo hacia una sala jocosa con ojillos de cerradura que esconden secretos. Son las obsesiones de Buñuel. Fotos de curas cenando opíparamente. Ligueros negros en bellas piernas. «La Deneuve», en brasier en «Bella de Día». Un Discreto Encanto de Burguesía, en olvido despreocupado a la realidad.

Llego enseguida a mi sala preferida. ¿Por qué? Porque ahí habita, «Nazarín». Mi película favorita de Buñuel. Y quizá de mi filmografía consentida de los tiempos. Ahí dos fotos enormes como de delirio. Son Paco Rabal y Marga López. Magníficas fotos del rodaje del gran Manuel Álvarez Bravo. Un audio interesantísimo de la historia de filmación por su productor Manuel Barbachano Ponce.

La candidez burlada de «Viridiana», se deja ver. Esos mendigos en cuadro gigante parodiando borrachos la última cena. La ingenua bondad de Viridiana es celebrada en letras por parte de Buñuel, hacia el buen trabajo de Silvia Pinal, por su desempeño actoral y profesional. Una foto del irreverente personaje encarnado por Rabal me dice lo que es esta película de la cándida ex novicia, «Viridiana»; y recuerdo el texto del buen Paco que da fin a la película: «Yo sabía que mi prima, tarde o temprano, acabaría jugando al tute conmigo».

Un «Ángel Exterminador», se aproxima.

Me siento encerrado en el recuerdo al ver a esos ricachones de la Colonia Del Valle, presos en ese palacete durante días. La animalidad despertará en la gente de buenas costumbres cotidianas. Escucho un audio del guionista de Buñuel, Luis Alcoriza, diciendo que el maestro quería osos para la escena de la misa final. Al no haber, tuvo que conformarse con ovejas blancas.

1965 se aproxima, y lleguemos a la última película de Buñuel filmada en México: «Simón del Desierto». Veo a ese santo en esa alta columna en el desierto, es Simón, tentado en gracia por el magnífico demonio encarnado por la belleza de Silvia Pinal. Veo a mi querido Claudio Brook encarnando al santo y agradezco la fortuna de haber trabajado con él. Aunque nunca hayamos hablado de su Simón, yo ya había imaginado su mundo al lado de Buñuel.

El final como dice la canción se acerca ya. Fotos de los amigos de Buñuel. Su gusto por las armas, por su paella y los célebres martinis que preparaba. Su casa en la cerrada de Félix Cuevas en la Colonia del Valle. Su mujer Jeanne Rucar, sus dos hijos varones. Regalos de sus confraternos, como esos retablos maravillosos que están en la sala, hechos por el pintor Alberto Gironella. Una pequeñita sala oscura con imágenes en pantalla es la última estación.

Son testimonios de Jean Claude Carriere, guionista de Buñuel en el período francés de creación cinematográfica. Algo de lo dicho por él se me queda: Buñuel acabó amando México. No lo decía. Pero los hechos así lo revelaban.

Salgo de aquel túnel del tiempo y me digo: que suerte tuvimos los mexicanos que un artista como Buñuel haya venido a radicar a nuestro país. México inspiró sus obsesiones creativas. A mí en lo particular me gusta más su periodo cinematográfico mexicano que el francés. Don Luis, es parte monumental de nuestro cine.

Me voy de Cineteca Nacional. Voy escuchando como un Nazarín los tambores de Calanda, veo el firmamento y me digo aún en la sublime excitación: «¡Dios mío, qué cosa más maravillosa me has permitido vivir!».

Don Luis Buñuel cerró sus ojos, un 29 de julio de 1983, en su casa de la cerrada de Félix Cuevas en la Colonia del Valle.

Nota: La primera imagen corresponde a Luis Buñuel, durante un descanso en el rodaje de Nazarín. La segunda foto nos muestra la sensualidad de Lilia Prado (actriz ícono de Buñuel) en la película «Subida al Cielo». Tercera imagen, Rosita Quintana en la cinta, » Susana».

Este texto fue escrito en los albores del 2020. Esa exposición me llenó los sentidos. El mundo cinematográfico de Buñuel me fascina, es una inspiración para iniciar el camino.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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