Otro año retador
Daniella Giacomán
Si tuviera que definir con una sola palabra el 2023, sería retador. El año que se fue llegó con la misma mística que los dos anteriores: entrar a una caja transformadora y fortalecer desde la raíz, aunque eso implique muchos desencuentros, cambios de perspectiva… y también de actitud.
Recuerdo que en una conversación a inicios del año pasado, a alguien le comenté que no sabíamos qué pasaría ese año, que «la vida da muchas vueltas». Y sí, lo decimos vagamente o con una creencia de que no-nos-pasará-nada y resulta que ocurren diversos eventos que te ponen a prueba.
Este año se llevó a una de las personas importantes de mi vida, en mayo me dio covid y en diciembre, llegó la influenza con mucha fiebre y dolores de cabeza profundos que duraron días.
Y sí, la vida da muchas vueltas. No podemos esperar un año sin dificultades, pero sí, tener la fuerza para enfrentar cada uno de los obstáculos, porque la vida nos va exigiendo cada vez más y más.
Pero no todo fue negativo, hubo momentos maravillosos que atesoro en el corazón y que fueron bálsamo en días oscuros. Como el viaje a la FENALEM en Chiapas; ver a mi familia en varias ocasiones durante el año; la cristalización de proyectos de amigos muy cercanos; la convivencia con amistades y sobre todo, el cariño de mi red de apoyo.
Desde luego que la promoción del libro «El milagro y la sonrisa» ocupó una gran parte de mis alegrías durante este 2023 y seguir llevándolo a otros lugares me ha permitido continuar difundiendo el síndrome de Moebius.
Si alguien me hubiera dicho en el 2013 que todo esto pasaría, no lo hubiera creído. Sí, aunque suene trillado, la verdad es que el libro, desde su concepción, ha sido soporte emocional en muchos momentos.
Pero como dijo mi papá el otro día por teléfono: el camino al cielo o en sí, la vida misma está llena de obstáculos y vicisitudes que hay que enfrentar. Y le añadiría que lo primero es enfrentarnos a nosotros mismos para ser una mejor versión.
El trabajo para este 2024 será replantear qué queremos, hacia dónde vamos, reconocer las fallas, cambiar de perspectiva, ir hacia la raíz y tomar decisiones… Todo eso nos costará personas, momentos y más, pero mientras se tenga la fe en Dios, la convicción y la confianza en uno mismo, no debe caber la duda.