Este 2023, dediqué en vida este texto a Ana Ofelia Murguía. Hoy cerró el telón de toda su ventura amorosa que nos dio como actriz. Qepd Ana Ofelia
Raúl Adalid Sainz
“El método de actuación que Ana Ofelia utiliza, es una mezcla de dos técnicas: la formal y la vivencial, tan perfectas que no se notan”: Damián Alcázar.
Este viaje evoca a una actriz fundamental de nuestro teatro, cine, televisión y radio. Decir Ana Ofelia Murguía, es decir verdad, luz esclarecedora para iluminar la vida. La existencia de esos seres llamados: los personajes.
Sus primeros pasos van a la academia de actuación “Andrés Soler”, de la ANDA. Ahí conoce a su maestro, que será su fuente de conocimiento al mundo de la composición de personajes: el japonés, y alumno directo del padre de la actuación Stanislavski, el director y maestro Seki Sano. La vida la lleva a hacer teatro itinerante con el director Xavier Rojas, y debuta en Aguascalientes, con la farsa anónima “Ahí viene Gorgonio Esparza, el matón de Aguascalientes”. Su personaje: “Sotera”.
Seki Sano la llama para ser parte del elenco de la obra “Prueba de Fuego”, 1956, en el “Palacio de Bellas Artes”. Trabaja al lado de un actor joven, promesa del teatro mexicano: Ignacio López Tarso.
A consejo de Salvador Novo, Ana Ofelia ingresa a trabajar en el grupo de teatro experimental, ese grande llamado, “Poesía en Voz Alta”. Ahí trabaja con directores como Héctor Mendoza y José Luis Ibáñez. Entabla conocimiento con el dramaturgo Emilio Carballido. En esa etapa se recuerda el gran montaje a la obra de Carballido, “El Relojero de Córdoba”. Ana Ofelia es actriz de esa escenificación histórica.
En 1961, viaja para radicar en Cuba, país que era la flor del sueño de ideales por el triunfo reciente de la revolución cubana. Ahí Ana Ofelia se convierte en miembro del “Conjunto Nacional Dramático de Cuba”, estrena «Romeo y Julieta», de Shakespeare.
La actriz recuerda su etapa de vida en Cuba, de la siguiente forma: “Para mí fue la experiencia más importante humana, importantísima en mi vida. Porque allí aprendí a dejar de ver la punta de mi nariz, eso llamado la individualidad. Y me di cuenta de que había cosas tan importantes en el mundo, tanto horribles, como maravillosas, y que era emocionante”. En la isla conoció eso que iba a ser una joya acompañante en su sendero: el cine. Hizo la película “Tránsito”, de Eduardo Manet. Un pequeño papel, que le mostró un sortilegio que la encantó.
A su regreso a México conoce al director teatral y cinematográfico, José Estrada, éste la lleva a la película “Para Servir a Usted”. La recuerdo en un pequeño personaje al lado de los protagonistas Héctor Suárez y Enrique Rambal.
Ana Ofelia sacaba mucho jugo a su parte, se significaba debido a que comprendía su personaje, y su intuición interpretativa hacía que se notara ante la cámara. Este rasgo será fundamental en ella en el cine: su enorme chispa para significar por medio de su mirada, un detalle conductual o una manera de hablar, su timing ante la cámara será otra de sus grandes características.
En 1976, teniendo unos dieciséis años, la vi en una cinta que me dejó helado. Era muy fuerte. Una realidad sórdida y oscura de nuestro México. Me refiero a “El Apando”, novela de José Revueltas, adaptada y dirigida por Felipe Cazals.
Ana Ofelia Murguía hacía de un pequeño papel, “La Celadora”, en el “Palacio Negro”, de Lecumberri, la construcción de todo un universo. Su mirada era la de un varón en celo al auscultar lascivo a María Rojo. Impresionante. Una actriz que de una pequeña parte hacía que la recordaras.
La actriz reconoce a Felipe Cazals como su gran maestro de cine. Su esmero estricto hacia la película, hace que cuide mucho la actuación de sus actores. Así lo menciona la Actriz, poco más o menos. Reconoce a “El Apando”, como su escuela de actuación cinematográfica.
El mismo Cazals la lleva a esa terrible realidad vigente de nuestro México, esa cinta espléndida llamada: “Las Poquianchis”. Ahí Ana Ofelia interpreta a “Eva”, una de las hermanas lenonas y verídicas llamadas con el título que da nombre a la película. Un papel de mayor peso que la actriz interpreta con gran fuerza dramática, en diversos matices, y significándose ante la cámara. La intensidad del personaje la hace estar al límite, Felipe Cazals, la cuidó, y ella está soberbia.
En 1977, llega “Amparito” a su vida. Esa que desesperada e ilusionada espera a su hijo Miguel Ángel, esa suspendida en el naufragio de la esperanza. Jaime Humberto Hermosillo, da este hermoso papel a la actriz, y ella lo borda de maravilla. Su trabajo al lado de María Rojo es entrañable e inmarcesible. Aún la veo en los aeropuertos, en los vagones del metro, en el edificio “Sonora” de Tlatelolco, esperando a Miguel Ángel, en interpretación de José Alonso. Esta película, «Naufragio», representa su primera nominación al “Ariel de Plata”.
El gran Arturo Ripstein la lleva a trabajar con él en “Cadena Perpetua” y “La Reina de la Noche”. Inolvidable en la primera citada. “La Señora Romero”, esa que criaba palomas, esa que extravía la memoria ante el desesperado “Tarzán “, interpretado por Pedro Armendáriz. En “La Reina de la Noche”, Ana Ofelia crea una sinfonía con “Doña Victoria”, madre de la icónica cantante Lucha Reyes.
Pinta el carácter y conducta manifiesta del personaje. Sus matices de acción son contradictorios, es el amor a Lucha, pero también la desesperación expresada en violencia al ver como se mancilla su hija: “Tú dañas sólo con andar viviendo”. En esa frase se encierra el sentimiento de la madre a “Lucha” hasta empujarla a su descanso eterno. “Hay veces que es mejor rematar a un animal herido”. Un sosiego de gota a gota cayendo a una cubeta de realidad terrible. Ana Ofelia ganará su “Ariel”, a mejor coactuación en el año 1993.
En el año de 1985, vuelve Felipe Cazals a la vida de la actriz. Esta vez para interpretar a la dura y ambigua suegra de “Luz”. Esa película tremenda, implacablemente vigente, un marco de miseria, imposibilidad e ignorancia de nuestro México, esa cinta llamada: “Los Motivos de Luz”. Ana Ofelia gana con esa mujer protectora de su machito hijo (Alonso Echánove), su primer “Ariel” a mejor coactuación.
Pero la veo contenta recreando a su juguetona “Joaquina”, en su quizá, primer protagónico cinematográfico, esa cinta encantadora llamada: “Mi Querido Tom Mix”. Las calles de “Ocotito”, un ensueño para ella, los vestuarios, el entorno de una heroína novia de un jefe vaquero, el cinematógrafo del “Edén”, el campo de sueños para enamorarse, aún más, de su querido Tom Mix.
Ese que Federico Luppi, “Domingo”, arroja piedritas a su ventana, para despertarla y platicar con su amada del sueño que es vivir. Entrañables escenas de ambos, Murguía y Luppi, sencillamente entrañables.
“La cámara adivina los pensamientos”, así define Ana Ofelia Murguía, a la conciencia que el actor debe tener en cuenta ante el lente cinematográfico. Ella es un ejemplo de este precepto. Su actuación en “Las Buenas Hierbas”, de María Novaro, es un gran paradigma de lo citado. En esa película su “Blanquita”, cuenta en una mirada un mundo. Su mirar contiene sabiduría de la vida. Se comunica en gran timing asociativo con la cámara. Hace un maridaje con ella. Posee el duende. El ángel necesario.
Tuve el gusto de conocerla, como su compañero actor, en el cortometraje “La Caja”, de Jaime Ruíz Ibáñez. Un personaje entrañable el que hizo. Lleno de vida y simpatía, al lado de su hijo que mostraba una pequeña disminución intelectiva. Una relación muy bella, madre e hijo, que crearon la actriz y Silverio Palacios. En ese corto pude ver cómo se relaciona la actriz con la cámara. Sus silencios, sus cambios emocionales sutilmente marcados, su verdad, y su timing amoroso ante la lente. Una actriz que trasluce el alma de sus personajes.
Cierro el viaje en el recuerdo teatral a cuatro de sus memorables montajes: «La Señora Klein», aquella hilarante obra de teatro, donde Ana Ofelia hizo un portento de trabajo interpretativo de la psicoanalista Melanie Klein. Dos grandes actrices a su lado: Margarita Sanz y Delia Casanova. Dirección del inconmensurable maestro Ludwik Margules.
Un profundo calado emocional vivió la actriz al internarse al mundo de dirección de Ludwik. “El Rey Lear”, de William Shakespeare, recreando aquel memorable “Bufón”, de “Lear”. Sus momentos con el Rey shakespeareano, interpretado por el querido e inolvidable Claudio Obregón, me son inmarcesibles. La dirección fue del gran Pepe Caballero.
Qué decir de aquel montaje de “Ilusiones”, del ruso dramaturgo Varipaiev. Cuatro octagenarios trasluciendo su mundo de pasión inquieta, revelando secretos que debieron quizá callarse. El duende y ángel de Ana Ofelia se hacía notar.
El elenco además de Ana Ofelia Murguía, estaba compuesto por Adriana Roel, mi querido Farnesio de Bernal, y Ricardo Blume, los tres en gloria que deben estar. La dirección fue de Mauricio García Lozano. Como dato adicional recuerdo que, al felicitar a mi siempre admirada Adriana Roel, me dijo: “¡Qué bien está Ana Ofelia, ¿verdad?, es que tiene un ángel maravilloso”. Los cuatro estaban soberbios, en verdad.
Y el último trabajo a recordar, es quizá uno de mis favoritos de la actriz. Me refiero a aquel montaje, en el Teatro “Juan Ruiz de Alarcón”, de la UNAM, ese llamado: “Escrito en el Cuerpo de la Noche”, de Emilio Carballido, dirigido por Ricardo Ramírez Carnero.
Aquella abuela de nombre “Dolores”, es la abuela de todos. La significación universal de la segunda o primera madre. Era la ternura, la comprensión, el amor, el respeto a que la sangre joven de un nieto viva. Que realice sus sueños de ser cineasta. Su escena final, dándole sus ahorros, para su entierro y funeral, a su nieto Nicolás, para que se vaya a Nicaragua con su padre, y después para que estudie el sueño de ser director, me es sencillamente inolvidable. ¡Qué bien estaba Ana Ofelia!
Este ha sido el recorrido con Ana Ofelia siendo su fan espectador. Es un mundo de cosas el recibido por ella. Su reciente, “Medalla Ingmar Bergman”, al mérito artístico, me ha hecho volcarme a plasmar, por medio de las teclas, el latir de tocarlas, como un segundo a segundo de mi enorme admiración hacia ella. Dejo este recuerdo, llevándome esa imagen de Ana Ofelia, al lado de su «Domingo», Federico Luppi, y una vaca, en ese camino del amor esperanzado de un su “Querido Tom Mix”. ¡Gracias Ana Ofelia, por tanto y tanto que nos has dado!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan