miércoles 25, septiembre, 2024

Dogma de Fe  

Marcos Durán Flores 

Jesús y la más grande historia jamás contada

La historia más grande jamás contada, la del nacimiento de Jesús, no resiste el escrutinio de la verdad; los hechos no alcanzan a sostener lo que por milenios nos han contado. La fecha, los lugares, los personajes, los supuestos fenómenos alrededor de ella: nada sucedió como lo han contado. El primer dilema al que se enfrenta la historia de Jesús empieza por su nacimiento, que según la tradición judeocristiana fue el 25 de diciembre, pero la propia Biblia, la principal fuente de información histórica para referir el supuesto milagro de Belén, no menciona en ninguna parte su fecha de nacimiento. Los evangelios de Mateo y Lucas relatan imprecisiones. Si no me cree, léalos. 

María no concibió por obra del Espíritu Santo. Usted y yo sabemos que eso es imposible. Jesús tuvo hermanos, Santiago es uno de ellos y en la Biblia se le menciona. Jesús no nació o murió el día y año en que se cree. Investigaciones serias ponen en duda incluso que haya nacido en Belén.  

Jesús nunca se presentó a los 12 años ante los maestros en el Templo, dejándolos asombrados con sus conocimientos. El galileo no sabía leer, escribir ni disponía de educación formal alguna. De milagros ni hablar, la ciencia ha dicho mucho al respecto. Jesús no levantó a Lázaro de la muerte, tampoco curó a los leprosos o a los ciegos y no hizo cosas tan mundanas como convertir el agua en vino. Ah, y por cierto, mucho menos resucitó. 

Jesús fue crucificado, un hecho brutal, pero fue algo que sufrieron también miles de judíos por obra del Imperio romano que ocupó Judea por cientos de años. Jesús fue, y sé que esto puede incomodar, un disidente que careció de la trascendencia que los años y la publicidad le han dado. 

Jesús jamás quiso formar una nueva iglesia. Si usted quiere creerlo, hágalo, pero en los evangelios no dice nada de eso. Fueron los años los que impusieron al cristianismo como la religión oficial del Imperio romano y luego del mundo occidental. 

Sí, los romanos celebraban el 25 de diciembre su fiesta más importante: el nacimiento del Sol Invictus y del entonces Dios pagano Mitra. Constantino y el Concilio de Nicea decretaron el día del nacimiento de Jesús, pues la fecha ya era una fiesta popular. De la estrella de Belén y los reyes magos, ni hablar. La astronomía no ha conseguido encontrar algún rastro; ni una sola señal de una estrella iluminando los cielos anunciando la llegada de El Salvador.  

No hay en la antropología referencia alguna de estos “supuestos” reyes magos de Oriente, que habrían visitado Judea para presentar sus respetos al hijo de Dios. Partiendo de esto, las demás tradiciones que rodean la Navidad, como Santa Claus y el árbol, son mitos y leyendas convertidas en costumbres. 

En lo personal, durante décadas dejé de celebrar la fecha. La principal razón para hacerlo fue la muerte de mi abuelo -Que por cierto mañana cumple 50 años de no estar-Para la familia se trataba del recuerdo de una tragedia y por años no hubo cena ni reunión de Navidad. La fecha no se celebraba. 

Luego vino el exceso de información. El conocimiento que decía Aristóteles “engendra las grandes dudas” me llevaron a descubrir que hemos sido educados sobre la base de dogmas. Eso me convirtió en el Scrooge de Dickens que detestaba la Navidad. Así estuve por muchos años, arruinando fiestas y burlándome de lo ordinario que resultaba celebrar algo que jamás sucedió. Ni mis hijos se salvaron de eso. 

Pero estos últimos años han sido diferentes. Y es que no contaba con dos elementos sorpresa, sucesos inesperados. Hace ocho años llegó a nuestras vidas Carlos Enrique, mi primer nieto; un niño de ojos expresivos y de ceño fruncido. Luego nació Alejandro, su hermano, encantador, amoroso y ocurrente. 

Así que mañana en la noche haré lo que por años critiqué: Abriré regalos y conviviré junto a mis nietos, mis hijos Sofía, Rodrigo y Regina, mi esposa Sandra y toda mi familia. No es que de repente crea en todo, pero Carlos y Alex, tendrán su propia oportunidad de decidir si creer o no. 

Y es que a pesar de todas las revelaciones sobre la verdadera naturaleza del Jesús que vivió hace dos mil años, puedo decir que décadas de investigación y lecturas sobre los orígenes del cristianismo han hecho de mí un creyente más de Jesús de Nazaret que del personaje de Jesús el Cristo. Feliz Navidad a todos. 

@marcosduranf 

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