Federico Berrueto
A Xóchitl le ha tocado conocer a lo largo de su vida política la peor cara del PRI. Hay experiencias traumáticas. Para López Obrador fue la elección presidencial de 2006, que hasta hoy día no supera y su presidencia está marcada por sus fijaciones y rencores de dicho proceso electoral. Igual sucedió con Xóchitl en la elección de gobernador de 2010 en Hidalgo, siendo gobernador Miguel Osorio Chong, una contienda en la que enfrentó al priismo rudo y duro, perdió por una diferencia menor y como con López Obrador el desenlace adverso es mucho más amargo cuando se tiene la certeza de que se habría ganado en una contienda justa.
El Frente requiere del PRI, de sus votos y de su dirigencia, que no son lo mismo. El PRI viene a la baja y en muchas partes es una fuerza política disminuida, casi irrelevante, pero en otras persiste y resiste. El problema es su desprestigio histórico y la forma en que la actual dirigencia ha lidiado con el problema y con las divisiones internas. La dupla Rubén Moreira y Alejandro Moreno resuelven con machete en mano, con el cálculo que su tránsito a futuro se los dará una representación legislativa sometida no un partido cohesionado. Xóchitl, el Frente y el PAN les dejan hacer sin importar el costo al proyecto común.
M&M nunca han creído que se pueda ganar la elección presidencial. Su realismo les lleva a creer que una buena campaña presidencial incrementará el porcentaje de votos del PRI y algunos triunfos distritales y alcaldías. En ninguna parte disputan gubernatura y entienden que los votos significan diputados de representación proporcional y senadores. Sus cuentas alegres son superiores a veinte por ciento, pero bien puede ser debajo de quince, incluso MC podría superarles.
La lógica de M&M es la del control, porque de poco sirven diputados y senadores tricolores que les disputen su autoridad, como sucedió con los senadores priistas, muchos de ellos por dignidad tuvieron que pasar a la acera de enfrente. Extraña que Xóchitl no haya actuado para persuadir a sus compañeros de Cámara, no lo hizo o no creen en ella.
La obsesión por el control les hizo preocuparse por la irrupción de Beatriz Paredes y su desempeño mejor al previsto. Por eso convinieron con sus pares bajarla de la contienda y así disipar una amenaza en el control del partido. Por esa misma razón se desentendieron de Adrián Rubalcava, dejándolo sin posibilidad de competir por la candidatura a la Ciudad de México a pesar de sus activos. La dirigencia conspira contra lo mejor del partido y eso tiene consecuencias.
Xóchitl no entiende al mundo priista y se equivoca de aliados. Su temor a que le hicieran trampa en la consulta ciudadana le llevó a permitir a que los dirigentes del PRI bajaran a Beatriz Paredes, sin medir los efectos en el priismo de base, el de los votos. Xóchitl hubiera ganado con facilidad y lograr el reconocimiento de Beatriz Paredes, quien resultaría una valiosa aliada para concitar el apoyo del PRI en su conjunto. Optó por M&M y con ello no sólo perdió a una parte del PRI, sino que su victoria no se diera por el acuerdo de las cúpulas partidistas, la mayor debilidad del Frente. Su ungimiento como candidata lo hizo Alejandro Moreno en las mismas instalaciones del PRI, un mal desenlace para quien invoca una alternativa a la política convencional.
El PRI, el Frente y Xóchitl coinciden en el objetivo electoral. Al PAN no le ha importado la vena autoritaria del PRI cuando se trata de abrir camino a sus candidatos, como Xóchitl Gálvez o Santiago Taboada, aspirantes con todas las credenciales para competir y, eventualmente, prevalecer. Sin embargo, por las condiciones de la competencia no basta ganar la candidatura, también cómo se alcanza.
El beso del diablo de los dirigentes del PRI no es una fatalidad, pero sí perjudica y tiene que haber más apertura y visión para entender su potencial, la lógica de su actuación y sus limitaciones. Entender que el PRI es más que su dirigencia y que hay muchos cuadros rescatables bajo la superficie, imprescindibles para una elección sumamente compleja y con un adversario dispuesto a todo. Los candidatos del Frente requieren el voto amplio del espectro opositor y desde luego de los ciudadanos.