Enrique Martínez y Morales
Lo único constante es el cambio. Desde hace más de 25 siglos filósofos griegos, como Heráclito, desarrollaron sus estudios en torno a ese axioma. Día con día cambia nuestro cuerpo, nuestras mentes maduran y hasta nuestras relaciones sufren una permanente metamorfosis. “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”, dice el Poema 20 de Pablo Neruda.
Nadie se puede bañar en el mismo río dos veces, porque cambia el contenido del río y cambia la persona. Es tan natural el cambio al ser humano que resulta difícil comprender por qué nos cuesta tanto aceptarlo.
Incluso hasta cuando se nos ofrece una opción mejor de cambio nos resistimos a tomarla: una inversión más rentable, un departamento más espacioso por la misma renta, un médico con mejores referencias y credenciales.
Existe una condición humana reacia al cambio, conocida en psicología como “sesgo del status quo”. En Francia, 90% de la población es donadora de órganos. En Estados Unidos, 14%, y en México ni siquiera existe una estadística al respecto, pero la cifra con toda seguridad es cercana a cero. ¿Somos los mexicanos o son los norteamericanos más mezquinos y egoístas que los franceses? ¡Para nada! La diferencia está en la forma en la que se plantea el asunto.
Mientras en Francia por mandato legal todos son donadores salvo quien exprese lo contrario, en México, aunque la Ley General de Salud nos denomina a todos los ciudadanos donadores tácitos, se tiene que obtener una tarjeta en el Centro Nacional de Trasplantes que nos acredite como tal y debe ser presentada por los familiares después del fallecimiento de la persona, trámites que nadie realiza. Aún si el interesando hubiera obtenido su tarjeta, y aún habiéndolo manifestado en la licencia de conducir, si sus familiares no la presentan por desconocimiento, abulia o por estar en contra de la profanación del cuerpo de su ser querido, no se perfecciona el supuesto y no se donan los órganos.
La disposición de retirar el salero de las mesas en los restaurantes para llevarlo a petición expresa del comensal y la inclusión de todos los servicios adicionales por “default” –salvo que se desmarque la opción– en la compra de boletos por Internet de algunas aerolíneas, son ejemplos de la utilización del sesgo de status quo como política de salud y estrategia comercial.
Siempre será mejor entender el comportamiento humano, aún y cuando parezca irracional, y diseñar los incentivos correctos para obtener el resultado deseado, que pretender conseguirlo por la fuerza. Con las adecuaciones legislativas correctas podremos incrementar exponencialmente la disponibilidad de órganos en nuestro país. Solo se requiere ingenio y voluntad.