sábado 21, septiembre, 2024

DE RAÍCES Y HORIZONTES

Sólo viven

Arcelia Ayup Silveti

Escribo desde un espacio con música suave y el sonido del agua corriente de una fuente. Hay un árbol de naranjas demasiado cerca de una vieja bugambilia. Ésta última le robó espacio a su compañera y su copiosa sombra le secó muchas de sus ramas y le impidió dar frutos esta temporada.

Me gusta el sol y pertenecer a esta candente tierra. Mis amigos de otros lugares con frecuencia me preguntan cómo se puede vivir en Torreón con más de 40 °C a la sombra, y les digo que sólo vivo, agradecida por tener un techo donde poner los sueños y contar con la familia y amigos. Que más que tomarlo como una maldición, me resulta agradable ver a mi alrededor.

Disfruto observar los chanates, palomas, chileros y tortolitos bañarse en la fuente, tomar agua y canturrear. Me gusta muchísimo verlos en su estancia cerca del agua, mientras mojan sus patas. Beben agua, descansan, se miran entre ellos, meten la cabeza, se voltean para mojar poco a poco la cola, alas y el pecho.

A veces se juntan hasta seis aves de diferentes especies. He tenido la suerte de ver cardenales, pájaros negros con el pecho amarillo y colibríes. En una ocasión vinieron tres de ellos: verdes, hermosos y diminutos. No sé si eran diferentes, se pusieron en el mismo lugar, embelesados, descansaban abrazados por el silencio y después de unos minutos, volaron.

Las aves me enseñan que sólo tenemos el aquí y el ahora, por eso hacen alianzas con el agua para fluir, cambiar el plumaje y tener la paciencia infinita para construir sus maravillosas casas, rama a rama, sin ayuda ni planos. Sus nidos son verdaderas obras de arte a prueba de sol y lluvia.

Dos tortolitos se paran a la orilla de la malla sombra y caminan sobre ella. Los miro desde abajo y sus patas de tres dedos parecen radiografías. Imagino que les gusta la sensación al rozar sus plantas. Se detienen, caminan y vuelan. Desconozco cuánto tiempo tarden en construir sus nidos, cuánto dura su gestación y sus huevos en abrirse a la vida, para poder volar igual que sus padres. Tampoco sé si usan el mismo nido para todas sus crías o si otras especias lo pueden destinar. El naranjo tiene un nido desde hace varios años, hace mucho que no tiene huéspedes. Espera paciente, casi tan firme como al inicio.

Por déficit de ideas hoy no hubo ningún tema para la columna. Las palabras se escondieron en los libros de mi alrededor. Las aves sólo viven. No saben de su grandeza, de la magia de las cosas pequeñas, de esas de las que casi nadie habla.giraluna3312@gmail.com

Compartir en: