miércoles 27, noviembre, 2024

De Pétalos Perennes

Raúl Adalid Sainz

Con la esencia del subyugo olor a una gardenia, y la belleza joven de una rosa, dos pétalos Perennes, se encuentran en el vacío de una casa que habitan escribiendo cartas a jóvenes de los anuncios clasificados. Ellas son: la rica señora «Adela», y su muchacha de servicio «Tacha». Dos mundos se encuentran. La clase dominante y el necesitado. ¿Quién está más deseoso y vulnerable? Los dos estadíos humanos dependen cada uno del otro.

Adela, la patrona, envejece sin poder detener el tiempo. Vive en la obsesión de reafirmarse en que «Tacha», su muchacha de servicio, le diga que aún es joven y bella. La patrona teme a la soledad y depende de la compañía de su doméstica.

Ella por su parte tiene miedo de perder la protección de la señora, que le da un empleo y el dónde vivir. El clasismo, el abuso de poder, la vejación a la dignidad, están presentes en este brillante melodrama del mítico escritor Luis Zapata. Constructor de la célebre novela «El Vampiro de la Colonia Roma».

Aquí Zapata vierte en brillantes diálogos todo un subtexto de emociones soterradas, éstas se derraman impunes como olla exprés que se contiene. Ahí está la riqueza de este texto, en lo oculto, en las esperanzas rotas, en el tiempo cruel que no puede detenerse y marchita.

El sueño perenne de flor, es un aroma que se desvanece con el cruel amanecer. «Adela», es una «Blanche Dubois», que se marchita en una marginal habitación de un hotel de paso. «Tacha», y su juventud colmada de esperanzas, será presa, quizá, del cruel destino, en su despido injusto de la ociosa señora «Adela».

Muy bien traducido lo anterior al lenguaje escénico por el director Alejandro Ramírez. Imprimiendo al melodrama de su puesta, todo el asumir sentimental que el género impone. La nota de humor negro se resalta muy bien. Sus enlaces son precisos en esta obra que es capitular. El uso de la música es un apoyo acertado para cubrir los oscuros. Una novela dialogada es su génesis. Se adaptó muy bien para este montaje teatral.

Actoralmente las dos actrices están deliciosas. Tipificando muy bien los roles que les corresponden. La lucha del bien y el mal en contraposición. Como es la premisa del melodrama.

Isaura Espinoza recrea a «Adela». Hace un personaje del mismo. Lo vive e interpreta verosílmente. Perla Caballero es entrañable, sutil, tierna, encaradora y derrotada al enfrentar al poder corrupto y bajo. Las dos actrices asumen el melodrama y ahí está el éxito. Ese es el reto del género. Los mexicanos somos el melodrama. Así vivimos. Nuestro acontecer es como una película del viejo cine mexicano.

La noche de un lunes de finales de este agosto, viví esta obra con dos amigos que me hicieron escribir éstas líneas. Mis queridos, Isaura Espinoza, compañera, hermosa actriz, con la que he compartido dos películas: «La Mitad del Mundo», y «Familia Gang», y el entrañable Alex Ramírez, director que conocí por medio del cine con su ingeniosa ópera prima: «Todos Hemos Pecado», y el maravilloso cortometraje «Marta».

Tenemos un gran amigo en común, por quien nos conocimos, el querido y nunca olvidado, Alonso Echánove. La función de ayer lunes estuvo dedicada a él. Fue su cumpleaños y lo recordamos mucho Alex y yo. Alonso reía, así como su presencia que quedaba impresa, aunque estuviera ausente.

A «De Pétalos Perennes», le quedan dos lunes de funciones en el «Teatro la Capilla» de Coyoacán. Vayan por Madrid 13, y vivan una gran noche de teatro.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan

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