(Reflexiones acerca del por qué la Laguna da tantos actores)
Raúl Adalid Sainz
Aún resuenan en mí, las palabras de mi maestro y director, Raúl Zermeño, cuando al conocerme y saber que era actor lagunero, me dijo: “Ese pueblo nos manda dos cosas a México: leche y actores”.
Yo sabía de la tradición actoral de mi tierra, pero a partir de ahí, reflexioné más acerca de la trascendencia del hecho. Resonaban en mí, los deseos de sueños de esos románticos. Me refiero a: José Chávez Trowe, primer lagunero en hacer cine.
Venían a mi mente, el gran Ricardo Montalbán, ese torreonense que primero triunfó en el cine mexicano (“Pepita Jiménez”, “Santa”, “Sombra Verde”, “La Hora de la Verdad”, y otras exitosas) y fue a parar a Hollywood para trabajar con Esther Williams, o con Shirley Maclaine en “Sweet Charity”, hasta llegar su afamado serial de “La Isla de la Fantasía”.
Recordaba a don Julio Alemán (“Los Hermanos del Hierro”, “El Tunco Maclovio”) Carmen Salinas, lagunera valiente, primera mujer comarcana en hacer cine, muy buena actriz de nuestra cinematografía, veía al buen Carlos Cardán, ese lerdense que hizo teatro con el doctor Alfonso Garibay en el Teatro Mayrán, y fue a dar al cine, debutando como estelar en la célebre, “El Escapulario”, de Servando González.
Recordaba al gran actor de teatro, Héctor Gómez, inolvidable su “Molina”, en “El Beso de la Mujer Araña”, dirigida por Arturo Ripstein. Y llegamos a alguien central que infundió cual “Prometeo”, el amor al teatro. Me refiero al revolucionario Rogelio Luévano, que inspiró en sus sueños a la querida y talentosa, Vicky Valdivieso, y a ese que fue un referente, ese que abrió brechas con su ejemplo, me refiero a Humberto Zurita.
Sin olvidar el gran paso por los escenarios y el cine de René Pereyra, Gerardo Moscoso y Jorge Ávalos. De ahí viene un enorme caudal de actrices y actores que hoy se abren senderos por los caminos del teatro, del cine, y de las series. Son muchos y no me gustaría omitir a ninguno de ellos. Han sido inspiración para que otros tomen el camino de la actuación.
Pero, ¿Por qué tantos actores laguneros? Y con el sustantivo actores, me refiero a actrices y actores.
Los trenes venían cargados de emigrantes. Gente de otros países (Líbano, España, China, Alemania, Gran Bretaña, Israel…etcétera, así como personas del interior del país), llegaban a La Laguna. Venían todos ellos con un sueño, hacer fortuna, conseguir trabajo, eran los tiempos del “oro blanco algodonero”, que hacía brillar los deseos de ser alguien de muchos.
Esa gente llegó con sus sueños y marcaron el ADN de nuestra naciente Comarca. Torreón, cruce de vías, hacía que las diversas conductas del ser humano fincaran un mundo fascinante de historias de peregrinos, unos que pararon su tren para establecerse, y otros que seguían por los caminos.
Esta nueva ciudad, Torreón, necesitaba de entretención. Un soñador, empresario teatral y cinematográfico, construyó teatros, me refiero al zacatecano, Isauro Martínez. El majestuoso Teatro Isauro Martínez, salvado de la ruina, se yergue como edificio de identidad comarcana. El otro era el Teatro Princesa, hecho cine después. Hoy un sinsentido estacionamiento público.
Otro hecho fundamental era la llegada de la tradicional “Carpa Tallita”, de la Ciudad de México, esa cuyo dueño, era mi querido don José Luis Padilla. Él me contaba (compañero mío actor, en las obras “Tartufo” y “Don Juan Tenorio”, en la ciudad de México), que era tan buena plaza Torreón, que alargaban su estadía por meses, por las buenas entradas.
Me hablaba que durante la semana, presentaban cinco o seis obras de teatro distintas: “La Vida de San Felipe de Jesús”, “Otelo”, “La Malquerida”, por citar algunas. A esta carpa asistían asiduamente, los directores, Rogelio Luévano, Jorge Méndez, los actores, Lucy Borrego, Nacho Chávez. Esa gente que fue fundamental en el desarrollo del teatro local.
Vino la aparición del querido Teatro Mayrán. Esa caja de sueños para el teatro amateur, ese lugar de fantasía, concebido por el doctor Alfonso Garibay Fernández y Luis Díaz Flores. Ese templo, fue el sitio fundamental de llamado para muchos que abrigamos el arte escénico como una profesión. Ahí se captó el elemento primordial para el teatro: el público.
El teatro de Alfonso Garibay, de Rogelio Luévano y de Jorge Méndez, fueron piezas de hechizo, para que asistentes diversos encontraran respuestas a la vida, y al devenir del ser humano. Ahí se encuentran parte de los fundamentos de la pieza en construcción, que iba a dar lugar, en las distintas escuelas de teatro de la ciudad de México, y en la interrogante de directores y actores del país, del ¿por qué Torreón, la Comarca, da tantos actores?
Hoy, hay maestros-directores, que siguen inspirando al arte de Dionisos a muchos jóvenes. Ahí está el teatro de Gerardo Moscoso, qepd, que enamoró a muchos. Las obras de Martha Eugenia Chávez, Cony Múzquiz, Alan Sarmiento, Mauricio Lamas y Enrique Esquivel. Y muchos más, perdón las omisiones, es desconocimiento por no vivir en la Comarca, su esfuerzo es igual de celebrable.
Entre el ámbito local de Torreón, surge el comentario humorístico, que el culpable es el arsénico en el agua, otro, igual de simpático, es que lo atribuyen al ego natural del lagunero. Todo es parte ya del mito. Los testimonios de los que que son parte del teatro lagunero, es un elemento fundamental de enriquecimiento a la interrogante. Estas dilucidaciones, son las mías, y espero las hayan disfrutado, son al final de cuentas elucidaciones de alguien que es parte de esa ficción. Quizá el arsénico me hizo mucho daño.
Nota: En las fotos, los tres pilares formativos del teatro lagunero: doctor Alfonso Garibay, Rogelio Luévano, y Jorge Méndez. Este escrito, fue parte de la conferencia que impartí, en recientes días en Torreón, en «Casa Mudéjar».
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan