El suicidio
«Cuando llegan las penas, no llegan como espías solitarios, sino en batallones». William Shakespeare.
Daniella Giacomán
En Coahuila, la semana pasada seis personas se quitaron la vida. Contando solo en las regiones Carbonífera y Norte.
Seis hombres que no pudieron lidiar con la depresión que arrastraban optaron por acabar con su vida. Quizás teniendo familiares, amigos, vecinos, alguien… se sintieron tan solos que tomaron esa decisión.
Según los reportes del IMSS basados en el INEGI, en el 2021, plena pandemia, hubo 8,447 suicidios consumados a nivel nacional, mil 224 más que en el 2019, antes de la contingencia por el Covid, siendo una tasa de 6.2 suicidios por cada 100 mil habitantes.
Y según los expertos, por cada acto consumado de ese tipo, hay entre 10 y 20 intentos.
Pero no son solo números. Cada uno de ellos tenía una historia. Según lo consignan notas periodísticas, la mayoría de ellos atravesaba una depresión por diversas situaciones.
¿Qué estará pasando? ¿Por qué a pesar de que se han abierto muchos programas de atención psicológica gratuitos, en línea o grupal, siguen ocurriendo este tipo de tragedias?
¿Qué nos estará pasando como sociedad que nos hemos vuelto muy apáticos al dolor ajeno?
A veces pienso que no hemos entendido la magnitud de lo ocurrido con la pandemia y las enfermedades mentales. Se habla de aumento de casos de depresión, de agresividad, de neurosis y de violencia en todas sus expresiones.
Sé que se han hecho importantes esfuerzos en el tema, pero valdría la pena evaluar los daños psicológicos que dejó el encierro, las vacunas, la crisis económica, las muertes.
Sería oportuno poner como primer punto la salud mental de los estudiantes, de los maestros, trabajadores, de los directivos, de los empresarios, de los dueños de las empresas, antes de evaluar los conocimientos y las habilidades.
Antes de todo ese estéril debate sobre el contenido de los libros gratuitos, debemos de pensar en la salud mental de los niños, jóvenes y adultos.
Todos conocemos o tenemos a una persona cercana a nosotros que lidera con una depresión u otro problema mental.
Algunos lo tienen en casa. No hablan de eso con casi nadie porque es algo privado, pero la realidad es que el no externar también duele.
Todos tenemos algún familiar o amigo que sabemos pasa por situaciones difíciles, pero estamos absortos en nuestros problemas que preferimos dejar de lado y solo limitarnos a decirle «que le eche ganas».
¿Será que nos está ganando la falta de interés por el prójimo? ¿Qué propone usted estimado lector?