No escuchó (no ha escuchado)
Julián Parra Ibarra
El mes de junio escribí en este mismo espacio una columna que titulé ‘El rey en su palacio’, en la que daba cuenta del rey que vivía amurallado en su palacio (nacional), con enormes vallas metálicas que al mismo tiempo impiden ver de afuera hacia adentro, que de adentro hacia afuera ‘(…) que no logra ver más allá de los armatostes metálicos que lo rodean. No alcanza a ver ni la catedral, ni el edificio de la Suprema Corte ni los edificios que tiene enfrente suyo’.
“En términos reales”, escribí entonces, “no se sabe si es porque no quiere –que es muy factible- o porque de veras no puede con esas murallas, ver al resto del país, y porque ahí dentro de su palacio, ya no alcanza a ver al pueblo, ni sus necesidades, ni sus padecimientos, ni sus dolores, pero además vive auto engañado porque quienes le allegan la información del exterior de su fortaleza, le mienten permanentemente y eso parece que él lo sabe, pero si sirve para que el engaño aumente el tamaño de su ego, sea bienvenido, y se apega a aquello de que una mentira repetida mil veces termina por convertirse en verdad, máxima de la que parece ser adorador”.
Los males que aquejan al rey del palacio parece que va en aumento, porque ahora no solamente no ve lo que está sucediendo en el país, sino que ya tampoco escucha; lo que no provenga de sus aduladores, no escucha a quienes hacen justos reclamos, a quienes le cuestionan su forma de gobernar, a todos los que no le hablan para endulzarle el oído.
El momento más lamentable, detestable, abominable de su sordera ocurrió durante el show de la mañanera del miércoles pasado cuando durante todo el tiempo evadió hablar del tema de los jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno, Jalisco, y al final cuando los reporteros le insistían que tocara el tema antes de retirarse, de la manera más frívola respondió “mejor vámonos a desayunar, ya, ya, ya. Están aquí unos compañeros de Argentina, si vienen mañana, mañana le damos”. Y ante la insistencia, colocó su mano en la parte trasera de su oído izquierdo empujándolo un poco hacia el frente y luego repitió la acción con su mano derecha en señal –al más puro estilo salinista de que ni los oigo –ni los veo- y entre de risas contó un chiste que le festejaron los seudoperiodistas, mientras abandonaba el salón.
Este jueves trató de enmendar lo hecho, pero no tuvo ni una millonésima parte de un microgramo, de humildad. Aseguró que no tenía por qué ofrecer disculpas porque fue un invento -¿lo es? Si la mayoría de los mexicanos lo vieron y lo escucharon-. Dijo que no escuchó nada y por eso contó el chiste.
En lo personal, sí creo que el presidente no escuchó, porque esta es una práctica que ha venido ejerciendo durante todo su gobierno. No escucha a los padres de los niños con cáncer a los que su gobierno les retiró y ha negado el medicamento que necesitan, no escucha a las madres de los desaparecidos aunque sí reciba a las abuelas de la Plaza de Mayo Argentina, no escucha a los padres y familiares de los estudiantes de Ayotzinapa a los que prometió hacer justicia, no escucha cuando de pronto algún verdadero periodista se ‘cuela’ en alguna mañanera y le hace alguna pregunta seria, y la respuesta nunca es de frente, siempre da la vuelta y redirige el tema a los mismos de siempre, a los conservadores, sus adversarios, a sus enemigos, a los periodistas. A todos los llama corruptos, pero jamás ha presentado una, una sola prueba para sustentar sus dichos
Hace mucho que el rey ha dejado de ver más allá de las murallas de acero que rodean su palacio. No ve al pueblo, sus problemas, sus necesidades, no ve que por la exacerbada la violencia el país se está cayendo a pedacitos. Pero lo de su sordera, esto no es nuevo, lo ha hecho a lo largo de cinco años que lleva su gobierno; no escucha a nadie que no venga a decirle lo que él quiere escuchar. A todo lo que no sean loas a su gobierno, le presta oídos sordos.
Pero su reacción por lo de los chicos desaparecidos en Lagos de Moreno superó todo lo imaginable y lo que habíamos visto hasta ahora. Cuando lo menos que se requería era un mínimo de empatía, de solidaridad, de humanismo, salió con la peor de las reacciones y el peor de los chistes que como mal comediante suele contar en su programa matinal de revista.
Lo que quiera decir después de mostrarse tal cual es, ya no tiene importancia, porque nadie lo cree. La gente cree y se solidariza con las víctimas, con sus familias, no con quien desde lo más alto del poder desprecia el dolor humano y se burla de él.
Pero este es tal cual el presidente que tenemos en este país. La ex primera dama de Estados Unidos, Michel Obama, decía con gran acierto, que el poder no cambia a las personas, simplemente revela su verdadero ser. Y el rey del Palacio (nacional) se mostró y se reveló tal cual es. Es verdaderamente lamentable.
@JulianParraIba