Silvia Romero Adame
Alma vive en una comunidad rural del estado de Durango. Es madre divorciada, con dos hijos pequeños. Uno en primaria y otro en edad de preescolar. Ella vive y se ocupa de los cuidados de su Padre y sus dos hijos pequeños, las tareas del hogar, la preparación de alimentos, además de trabajar fuera de casa.
Su padre, Don Ángel, vive con más de una discapacidad. Por un lado, hace tiempo que perdió casi por completo la vista, usa una prótesis en una de sus piernas y es enfermo renal, paciente de hemodiálisis 3 días a la semana. Uno de esos días, Alma es la encargada de llevarlo.
Es muy común que, debido a que Alma se va a trabajar, quienes acompañan a Don Ángel son sus nietos. Se podría decir que súbitamente el pequeño de primaria se convierte en adulto y debe faltar a clases para llevar a su abuelo al hospital y cuidar de su hermano menor al mismo tiempo.
Obviamente son dos niños que deberían estar en la escuela estudiando o jugando con otros compañeros de su edad y en un ambiente propicio para ello. En cambio, se encuentran pasando las horas en una sala de espera del hospital.
En varias ocasiones los guardias les llaman la atención porque se ponen a jugar, el otro día una compañera mencionó que es un peligro que estén ahí solos. Si es un peligro o no, eso no lo sé. Lo que sí sé es que solo son niños comportándose como niños.
Tampoco puedo decir que su madre es irresponsable por ir a ganarse la vida, mientras se organiza lo mejor que puede para cubrir los cuidados de su padre y de sus hijos. Porque el primero que se atreva a criticarla, debería estar dispuesto a prestarle la mano para encontrar una forma más segura, conveniente y digna de ejercer su crianza y el cuidado de su padre.
Hace unas semanas, el hijo mayor de Alma tenía un examen importante, por lo que no pudo faltar a la escuela. Su abuelo tampoco puede faltar a su sesión de hemodiálisis, porque ese tratamiento sustenta su vida. Así que la solución fue que un amigo taxista dejara en la puerta del hospital a Don Ángel y él, con muletas, con una prótesis y con una visión que solo distingue algunas sombras, atravesó la explanada, subió al segundo piso y llego hasta el fondo, donde se encuentra la sala de hemodiálisis. Todo esto guiándose solo por las paredes y pidiendo ayuda al guardia únicamente para que lo subiera en el elevador, porque tenía miedo de bajarse en el piso equivocado.
Por otra parte, los días que Don Ángel no acude al hospital, se queda en casa a cargo del niño más pequeño, que aún no va a la escuela, porque simplemente los horarios no se acomodan para Alma. Yo en verdad no sé quién cuida a quién cuando Don Ángel y el pequeño se encuentran solos en casa.
Cabe destacar, que en la sala de hemodiálisis en cualquier momento las cosas se salen de control. Por supuesto que con Don Ángel ha pasado y entonces, toca ver a Alma angustiada por su papá, pero sobre todo sumamente agobiada porque ahora tiene más citas, trámites nuevos o toca internar a su papá, arrastrando con ella a sus dos pequeños. Y quien es mamá sabe, que traer alrededor a niños pequeños reduce mucho la capacidad de acción y movilidad.
Por si fuera poco, Alma ha tenido que lidiar con toda clase de ridículos e injustos obstáculos. Hace algunas semanas, agentes de vialidad le “bajaron” 200 pesos por estacionarse mal y subir corriendo a recoger a su papá. Y efectivamente, debemos respetar los espacios, pero cuando no existe la más mínima accesibilidad en nuestros hospitales públicos, al menos sería bueno que los agentes de tránsito no aprovecharan la ocasión para pedir su tradicional mordida. La accesibilidad universal es un derecho y si no existe, al menos deberían los servidores públicos tratar de apoyar a la población.
Particularmente, estas situaciones generan crisis emocionales que pocas personas entienden. Son situaciones que, para quienes cuidamos y acumulamos fatiga y estrés, llegan a desbordarnos y se vuelven catastróficas, cuando no tenemos una red de apoyo.
Cuando la maternidad se vuelve opresiva
Pero si usted piensa que esta es una historia aislada, permítame decirle que no lo es. Hace años, en la fábrica donde yo trabajaba, recuerdo el caso de una joven que a mitad de su primera semana de trabajo, repentinamente entró en crisis y cuando se investigaron las causas, resultó que se trataba de una joven madre soltera que, por los motivos que fueran, no contaba con ninguna red de apoyo. Tenía la necesidad de trabajar, pues tenía un bebé de meses al que necesitaba mantener. Buscó guarderías, pero éstas solo admiten a los pequeños hasta que la mamá ya tiene trabajo. Así que, ante la necesidad de no morir de hambre, se arriesgó a entrar a trabajar, dejando solo a su bebé en la cuna, esperando que, al tener el alta del seguro social de su nuevo empleo, poder ingresar a su pequeño a una guardería.
La joven madre, dejaba a su bebe solo al menos 10 horas diarias. Alguien me comentó que dejaba varios biberones preparados en la cuna para su hijo. Sin embargo, un día la angustia y el miedo fueron ya insoportables y de pronto se soltó llorando en mitad de la línea de producción.
Afortunadamente, la empresa lo primero que hizo fue trasladarse con ella hasta su casa para verificar que el pequeño estuviera a salvo. Después de eso, el mismo departamento de recursos humanos se encargó de gestionar los trámites de la guardería. Mientras tanto, a ella se le permitió quedarse en casa cuidando a su bebé con goce de sueldo.
Gracias a Dios esta es una historia con un final, a lo mejor no feliz, pero tampoco trágico. Sin embargo, cuantas historias terminan en tragedia y, aun así, pasan los años, cambian los gobiernos y no existen acciones para apoyar a millones de mujeres que pasamos por situaciones similares.
Llegó el momento de medidas concretas
Y es entonces cuando me pregunto ¿Cuándo llegará el día que hablemos en serio de cuidados? Porque nuestros legisladores siguen sin poner en la agenda el tema. Porque el Estado cree que con una transferencia electrónica basta. Porque los gobiernos de todos los niveles valoran las necesidades desde sus privilegios personales, sin ponerse en los zapatos de adultos mayores como Don Ángel, de madres como Alma o de todos los niños que de alguna forma deben colaborar con las tareas de cuidado, cuando ellos mismos deberían ser el objeto de cuidado.
En verdad no entiendo cómo es que, por un lado, reformas importantes se dejan en el congelador por años, mientras en una sola noche en Xicoténcatl, en una sesión improvisada, el grupo parlamentario de Morena, vota 20 reformas de ley en menos de 6 horas.
Pareciera que solo se habla de cuidados cuando llega el día internacional de los cuidados, cuando sucede una tragedia como la de Luz Raquel o cuando alguna mujer en la política quiere hacer sentir su empatía con otras mujeres. Como fue el caso de la senadora Olga Sánchez Cordero, que habló ante organismos internacionales del nuevo Sistema Nacional de Cuidados en México (que aún no existe), con la misma desfachatez con la que su gobierno cerró las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo.
Seguramente, en las elecciones del 2024 para la Presidencia de la República será un tema recurrente y del que buscarán sacar provecho los o las candidatas. Principalmente, si “es Claudia” y la Senadora Xóchitl Gálvez, aunque es muy pronto para asegurar la terna.
Sin embargo, independientemente de quiénes sean los candidatos, será momento de analizar con lupa los proyectos que ya han implementado cada una de las partes en apoyo y respeto a las mujeres que al menos nos dé una luz de esperanza de que entienden, sienten y saben cómo implementar acciones afirmativas a favor de las mujeres cuidadoras.
Porque en nuestro país, donde las voces de millones de mujeres se desvanecen entre interminables tareas, la fatiga y la falta de apoyo, es hora de que el Estado y la sociedad, deje atrás la indiferencia y ponga fin a este trato tan injusto que merma la vida de las mujeres en todos sentidos.
Yo no quiero que historias como éstas, queden en la oscuridad. Porque, aunque decidí cambiar los nombres, las historias son reales, como muchas más que existen en nuestro país. Mujeres valientes que continúan sacrificando su seguridad y la de sus hijos o las de sus padres, para cumplir con todos sus roles. ¿Cuántas vidas más deben correr peligro antes de que se tomen medidas concretas?
serada2010@hotmail.com
- Silvia Elena Romero Adame, es ganadora del Premio Estatal de Periodismo 2019 y 2020 por la revista Metrópolis en la categoría de ‘Mejor artículo’, en ambos casos con temas de inclusión