Rubén Olvera
Cambio de gobierno, nueva estrategia
El gobernador Miguel Riquelme Solís sigue dando buenas noticias para Ramos Arizpe a medida que llegan nuevas inversiones en la industria automotriz. Sin embargo, para lograr que esas noticias pasen de buenas a extraordinarias, sería necesario que varios de estos proyectos se anunciaran para Monclova, Frontera, Castaños, o en municipios de la Región Carbonífera, que es donde actualmente más se necesitan.
No trato de justificar la competencia entre los municipios por las inversiones, como ocurre entre estados. Me gustaría enfatizar que, si bien Saltillo y Ramos Arizpe merecen los logros económicos obtenidos en los últimos años gracias al impulso de la competitividad y la promoción en el extranjero, la realidad es que el resto de las regiones requieren de estrategias focalizadas, no solo para atraer más inversiones, sino también para promover su desarrollo.
Esto tampoco significa desestimar los esfuerzos de las autoridades para convertir a Coahuila en un estado competitivo y seguro para los negocios y las actividades productivas. El rápido crecimiento y la industrialización que observamos en Saltillo y Ramos Arizpe es un ejemplo de que en las últimas décadas la estrategia ha funcionado. No hay duda de que este impulso económico debe continuar con Manolo Jiménez Salinas.
No obstante, debido a las actuales circunstancias que se presentan en la Región Centro a causa de la crisis por la que atraviesa la empresa Altos Hornos de México o la gradual descarbonización de la Región Carbonífera, la diferencia entre una buena estrategia y una extraordinaria radica en que además de atraer más inversiones extranjeras, asegure un desarrollo regional más equilibrado y diversifique las actividades productivas.
Desde que el gobernador Rogelio Montemayor Seguy estructuró esta estrategia en 1994, ninguno de los mandatarios posteriores realizó cambios significativos, a pesar de agravarse las disparidades regionales y la vulnerabilidad en algunas regiones y ciudades del estado.
Las modificaciones son casi imperceptibles, por lo que se conservan los fundamentos de la estrategia que, hasta donde sabemos, consiste en mejorar los factores que inciden en la competitividad. Luego, los mejores componentes se promocionan a través de giras en el extranjero. En general, las ventajas que ofrece el clúster automotriz ubicado en el corredor Saltillo-Ramos Arizpe y los incentivos que se ofrecen a las empresas, son los temas que encabezan las presentaciones.
Claramente, en estos años, la mayor parte de la inversión ha tenido como destino la industria automotriz y se ha concentrado en la Región Sureste. Por supuesto, hay excepciones, como la decisión en 2004 para instalar la planta cervecera del Grupo Modelo (ahora Constellation Brands) en el municipio de Nava.
Los análisis concluyen que, fuera del corredor Saltillo- Ramos Arizpe, las regiones y municipios se han desarrollado de manera endógena, es decir, sin inversión extranjera significativa, apoyándose en empresas con capital local y, en algunos casos, aprovechando sus recursos naturales.
Al mismo tiempo, algunos ámbitos productivos, como las pequeñas empresas, jóvenes y mujeres emprendedoras, empresas sociales, agronegocios y empresas locales de proveeduría, no cuentan con programas específicos que atiendan sus necesidades.
En ambos casos, el resultado ha sido la aparición o el incremento de desequilibrios ante la presencia de empresas extranjeras y regiones privilegiadas.
Es comprensible que las autoridades se enfoquen en las necesidades más apremiantes, como la seguridad, la recuperación del empleo y mantener altos niveles de competitividad estatal.
Pero ahora, con la coyuntura del cambio de gobierno, se presenta la oportunidad de tomar decisiones cruciales con respecto al desarrollo regional.
Una estrategia innovadora sería la creación de planes de desarrollo para cada región del estado y programas específicos para los distintos sectores productivos. Este enfoque regional podría dar lugar a un Coahuila más homogéneo y aún más competitivo.