Recesión democrática y partidos políticos en México
Rubén Olvera
Justo cuando las dos grandes coaliciones de México celebran procesos internos para elegir a sus candidatos de cara a la elección presidencial de 2024, el corporativo Latinobarómetro con sede en Chile, confirmó recientemente que la confianza ciudadana en los partidos políticos continúa deteriorándose.
La afirmación anterior cobra sentido porque según el informe publicado en el mes de julio de 2023 denominado “La recesión democrática en América Latina”, solo el 36 % de los mexicanos encuestados dijo que los partidos políticos funcionan bien, mientras que el 62 % indicó no estar de acuerdo.
Si correlacionamos las respuestas de los ciudadanos entrevistados con las teorías políticas que otorgan a los partidos políticos una responsabilidad importante en la construcción de democracias representativas, las señales de alerta deberían encenderse porque, a ojos de la mayoría, estas instituciones no están cumpliendo plenamente con su propósito democrático.
Como consuelo, es oportuno señalar que México registra el segundo porcentaje más alto de personas que coinciden en que los partidos políticos funcionan bien. El promedio de América Latina es del 21 %, siendo Uruguay y Perú los países con las tasas más alta y baja, con un 38 % y 9%, respectivamente.
Dicho lo anterior, centrémonos en la pregunta más interesante que formuló Latinobarómetro. Nuevamente, solo el 36 % de los entrevistados afirmó que la frase “Sin partidos políticos no puede haber democracia” se acercaba más a su forma de pensar, mientras que el 58 % indicó que la afirmación “La democracia puede funcionar sin partidos políticos” ilustraba mejor su punto de vista.
Sin duda, la respuesta de México plantea interrogantes más delicadas sobre las creencias de los ciudadanos acerca del papel de los partidos políticos en el desarrollo de la democracia representativa. El consenso, o al menos la mayoría, señala que estos no son necesarios para resolver los grandes problemas nacionales, formar gobiernos o movilizar ciudadanos.
Hay varios factores que explican este descontento, incluida la falta de canales de comunicación que permitan a los ciudadanos influir activamente en la toma de decisiones a través de los partidos políticos, así como la escasa democracia interna y representatividad de los mismos.
Como resultado, en los últimos años han surgido movimientos encabezados por ciudadanos al margen de los partidos políticos. Entre otros esfuerzos, vemos a la sociedad civil defender instituciones democráticas, exigir mayor seguridad, promover candidatos independientes, impulsar iniciativas para aprobar nuevas leyes o modificar las políticas de gobierno, e incluso somos testigos de cómo los trabajadores se movilizan para asegurar la autonomía y la democracia sindical en oposición a las corporaciones tradicionales.
Lo que sucede es evidente: el principio apartidista de la política va en contra de la filosofía del corporativismo acostumbrado a la “línea” y el “dedazo”, y se fortalece ante las dificultades que enfrentan los partidos políticos para defender y unir los intereses nacionales. Frente al despertar del ciudadano político, las viejas formas políticas se cuestionan enérgicamente.
Sin embargo, la ciudadanización de la política tiene sus límites. Los partidos políticos seguirán existiendo. Ya sea como un medio de organización para movilizar votantes, o simplemente como un requisito legal para registrar candidatos y formar gobiernos.
Para escapar de la recesión democrática citada por Latinobarómetro, el despertar ciudadano deberá coexistir con el fortalecimiento de la democracia interna y la mejora en la capacidad de los partidos políticos para impulsar las causas de sus electores.
Quizás los procesos internos que actualmente llevan a cabo los partidos políticos representan la última oportunidad antes de las elecciones para desmentir los resultados de la encuesta y demostrar que su existencia es crucial para el funcionamiento de la democracia.