martes 26, noviembre, 2024

El BUENO, EL MALO Y EL FEO

(Para los amantes de esta película inolvidable)

Raúl Adalid Sainz

Siendo un niño yo oía a la gente que chiflaba el tema de esta película. Su nombre tan sugestivo penetraba mi imaginación de párvulo: «El Bueno, El Malo y el Feo». ¿Qué será eso?, me preguntaba. Teniendo diecisiete años por fin la vi. El cine, el «Comarca 2000», allá en mi lejana Torreón. Año 1980, mes de mayo. ¡Cómo olvidarlo!

Es quizá la película que más me ha impactado visualmente en una pantalla grande. Salí del cine y me coloqué un pitillo en la comisura de la boca creyéndome «Blondie», el maestro Clint Eastwood.

Es una película referente para mí. Su monumentalidad de tomas, los parajes que son un personaje más, los close ups impresionantes. La historia es una aventura maravillosa. Llena de sobresaltos. Es la ficción perfectamente construida por el guion de Leone. Hipnotiza. La actuación de gato callejero de Eli Wallach, su vivaz humor, la mamonería intransigente de Lee Van Cleef, la presencia cinematográfica del gran Clint.

Y qué decir de esa sinfonía compuesta para cine por el gran Ennio Morricone. Sus apuntes sonoros engrandecen, hacen viajar en la sugestión, emocionan, estrujan los sentidos. Uno desea montar a caballo, oyendo a «Tuco» gritar a lontananza: «Blondie, ¿you know what you are? A son of a bitch».

Luego Clint Esstwood frena el caballo, saca el rifle, apunta, se oye el disparo, «Tuco» cae a la tierra, «Blondie» lo ha salvado, dando la bala en la soga que lo iba a ahorcar, estando el pícaro «Feo», en la punta de la lápida.

Cómo olvidar esa secuencia de Wallach enloquecido de ambición corriendo por el cementerio de «Sad Hill», en busca de la tumba que alberga el oro; y esa sinfonía catártica de Morricone llamada «Extasis de Oro».

Esa escena del duelo final, jugando la cámara de Leone y la edición, un rol protagónico. Esas locaciones salidas del mejor sueño. Un western onírico subyugante. Una vez me preguntaron si «El Bueno, El Malo y El Feo», sería lo mismo sin la música de Ennio Morricone. Quizá no. Lo bueno es que esta proeza artística va y sigue caminando de la mano; el genio cinematográfico de Leone para contar como contó y la poesía de notas de don Ennio.

¡Peliculón! Aun espero el día de ir a esas locaciones en la provincia de Burgos y Almería en España para revivir mi propia película de ilusiones. Aquí recuerdo a esos jóvenes amantes españoles de la película «Desenterrando a Sad Hill». Exhumaron, literalmente, la locación del cementerio de «Sad Hill», para hacer un homenaje a la película. El lugar de los hechos estaba cubierto de maleza y hierba sumamente crecida. El paso del tiempo prácticamente lo había devorado.

Esto está registrado en el documental llamado: «Desenterrando Sad Hill». Lo puedes ver por Netflix. Hace unos años falleció el gran «Tuco», Eli Wallach. Él para mí nunca murió. Sus imágenes están latentes a partir de esa tarde que lo vi en aquel cine, «Comarca 2000», lagunero, del Boulevard Independencia.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan

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