domingo 24, noviembre, 2024

There are Places I Remember

(A mi maestro y amigo Pancho Amparán a trece años de su adiós)

Raúl Adalid Sainz

Quiero estrechar tu mano. Así pensé cuando supe que eras heredero del gusto beatlemano.

Nuestra amistad tomó el tramo primero de carretera gracias al cuarteto.

Pancho “You can drive my car”, así manejaste los hilos como demiurgo docente de alumno yermo lagunero.

Tus inolvidables sesiones dándonos a conocer a Gustavo Sáinz, Fuentes, José Agustín.

Mi primera lectura teatral con el usurpador “Macbeth”, escocés. Sabia primera gota a probar del maestro shakespeareano.

Aquella tarde de prepa calurosa con tu grabadora y letras traducidas para “She´s Living Home”, del cuarteto de Liverpool, “Los sonidos del silencio”, de Simon and Garfunken, y respuesta 68 y 69 de la célebre banda “Chicago”.

Gracias a ti conocí en persona a Heraclio Zepeda y José Agustín. Pero fuiste un Lazarillo de Tormes a un ciego que vio la luz con aquella invitación al Teatro Mayrán para ver “Luz de Gas”, dirigida por el intenso y subyugante Rogelio Luévano. Esa noche mi querido Francisco la vocación gritó ensordecedoramente para vivir mi aún latente luna de miel con la actuación.

Esta tarde de 5 de julio vuelvo la mirada y veo tus ojos llorosos, rabiando la muerte de Lennon, tu sonrisa poniendo la canción de agradecimiento de McCartney a John.

Tu innata curiosidad histriónica te llevó a compartir mi primera dirección teatral en “Monte Calvo”. Jorge Méndez y tú fueron aliados del juguete escénico.

Dejo aparte la vivencia mazatleca de mar. Cuatro en la arena, platicando y bebiendo chela.

Mucha confesión mientras hacíamos una mujer de arena, esa era nuestra musa a poseer, era el amor platónico, el deseo no alcanzado. Cada uno de los cuatro amó en sus sentidos desbordados a ese ideal. Después lloramos como niños en el mar. Esa noche tus gritos inundaron cual tsunami a Mazatlán, “¡Mis lentes!”, mientras éstos se perdían en las olas nocturnales.

Cómo olvidar tu relato conmovedor e intensísimo de “Vaquero de Medianoche”, película de Hoffman y el espléndido John Voight.

Tu éxtasis creativo cuando buscabas estremecernos clamando las grandezas del genio musical alemán, “¡y lo más paradójico, Beethoven era sordo!” decías enfático y conmovido.

¡Ah Francisco, mucho recuerdo, mucha inquietud, mucho deseo de ser!

Ahora mi Pancho te fuiste al jardín del pulpo. Dejas honda huella en mi memoria, en mi aula interna de tus gustos. Gracias por las noches, por los Beatles, por Rogelio Luévano, pero sobre todo, gracias por transmitir un camino honesto y libre a transitar por este destino llamado vida.

Tu amigo, Raúl Adalid.

Nota: aquellos pubertos éramos, Jorge Hernández, quien seguramente vive con Panchin las olas del Mazatlán eterno, y mis queridos Óscar Sánchez y Cuauhtémoc Sada.

Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México-Tenochtitlan

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