Raúl Adalid Sainz
Uno es un poco o mucho nuestro padre.
Es un tango o un gol cantado por Maradona.
Es tu gusto por Sarita Montiel o un olé cantado en plaza «Las Ventas», de Madrid.
Uno es un tanto tu padre, al fumar bailando en humo de un cogñac.
Uno es un tanto su padre al bailar la vida con una mujer.
Uno es continuar ese viaje por gustos de revolución de Fidel o tu adorado «Ché».
Uno es un quijote sin rumbo en añoranza de bohemia.
Uno también es tu soledad sin rumbo.
Tu queja constante de camino repetido.
Uno es también lo que detestas del tronco árbol.
Uno es también el enfrentamiento de verdad de nuestro ser.
Uno también es el padre de tu propio padre.
Más hoy, que es huérfano el presente.
Sólo aparente recuerdo.
Pero vivo porque estás en mí a veces como eco.
Ayer un simple tango en obra de teatro
me hizo recordarte: «Esta noche me emborracho bien, me mamo bien mamao, pa no pensar».
«Es Carlitos», me pareció oírte, clamando a tu Gardel.
Sí, nosotros somos nuestros propios padres.
Las maletas se conforman mucho de lo visto.
Hoy padre, viejo mío, busco el camino de tu abrazo, de tu retorno muy conciliatorio.
El show, como tú me dijiste antes de partir, debe continuar. «Así como dicen en lo tuyo», aún me parece oír tu último consejo sentencial. Esas fueron las últimas direcciones a mi rumbo.
Para esta mi nave que va. Que va y va, a veces sin saber su va.
¡Feliz día del padre, viejo y extrañado amigo!
Raúl Adalid Sainz, en algún lugar de México Tenochtitlan