Enrique Martínez y Morales
Los avances tecnológicos y el impresionante desarrollo de los mercados de las últimas décadas han obligado a la especialización académica. Antes, las principales opciones de estudio se circunscribían a tópicos muy generales que facilitaban la selección. Ahora, las alternativas de carreras profesionales son tan numerosas como especializadas, que pueden ir desde Enfermería Geriátrica hasta Sistemas Eléctricos Autónomos, pasando por ingenierías en Manufactura Aditiva, Geofísica o Aeronáutica, por mencionar algunos ejemplos.
Pero hay una materia, quizá la más importante para la mayor parte de los hombres maduros, para la cual no se nos prepara. Es una actividad indelegable de la cual depende el buen funcionamiento de las sociedades, es un puesto imprescindible que forma parte integral de la realización del individuo, es una ocupación que influye en el desarrollo de nuestros hijos. Y por increíble que parezca, no hay una carrera que podamos estudiar al respecto. Ni siquiera una guía somera o un manual acreditado. Así es. Nadie nos enseña a ser padres.
De hecho, creo que la profesión paterna no es suficientemente valorada en nuestra sociedad si se le compara con la materna. El día de la Madre cuenta con una fecha preestablecida, por todos conocida, y ese día las ciudades se paralizan y los cementerios se llenan de gente y de flores.
El del Padre está siempre obligado a caer en domingo, el tercero de junio, para forzar una convivencia familiar que de otra suerte sería improbable. Sin duda, es alto el precio que pagamos los varones por no cargar nueve meses a nuestros hijos en el vientre.
Que este espacio sea un reconocimiento a todos los padres, principalmente al mío. Ahora que soy padre, comienzo a entender muchas cosas, de esas incomprensibles durante mi niñez y más en la adolescencia, y no puedo evitar recordar la frase de papá que me decía: “ya lo entenderás cuando seas padre”.
Comprendí que a veces el amor se demuestra sacrificando tiempo con la familia, aun en contra de nuestros deseos. Que una corrección oportuna, aunque dolorosa en su momento, evitará a los hijos mayores riesgos y sufrimientos en el futuro. Aprendimos a valorar las cosas, a dar y compartir.
Mis hermanos y yo tenemos la bendición de contar con un padre que en su severidad nos transmitió su amor infinito, que a su ejemplo de honestidad y de trabajo hemos tratado de guiar nuestros pasos, que nos ha contagiado sus sentimientos de justicia, de amor por México y de ayuda a quien más lo necesita.
Gracias papá por tus palabras de aliento, por todo tu cariño, por tus consejos, por tus abrazos y tus besos; pero también gracias por tus regaños y jalones de orejas. Gracias a ti somos lo que somos, y gracias a ti somos los hijos más orgullosos del mundo. ¡Feliz día del padre!