La inteligencia artificial y la necesidad de replantear la forma en la que enseñamos
Salvador Hernández Vélez
Apenas hace 10 años que se inició la revolución de los datos masivos. Y las preocupaciones de usar esta herramienta digital, la inteligencia artificial, crecen cada día más y más. Sin embargo, recordemos que cada vez que se presenta un avance en la ciencia es por el uso de nuevas herramientas, y ello genera preocupaciones, hoy no es la excepción. Incluso a través de las redes sociales, en este Siglo XXI, los desasosiegos y las perturbaciones se viralizan, nos llegan mucho más rápido. Los nuevos desarrollos, en cada época histórica, no solo nos perturban, hasta los satanizamos.
Por ejemplo, cuando Copérnico, con la ayuda del telescopio, descubrió que las lunas del planeta Júpiter giraban alrededor de él, con base en ese descubrimiento y otras evidencias, concluyó: que la tierra se movía, lo que generó que fuese acusado ante la Santa Inquisición. Por eso mandó publicar su teoría sobre el sistema heliocéntrico, once años después de que lo había terminado, cuando ya estaba en su lecho de muerte. Los científicos de esas épocas tenían que enfrentarse a la posibilidad de ser quemados en la hoguera. Ese fue el caso de Giordano Bruno, que por sus teorías cosmológicas, que diferían de la visión cosmológica que sostenían distintas confesiones cristianas, fue acusado y culpable de herejía, razón por la cual fue quemado vivo en la hoguera. Esos avances de la ciencia, a pesar de los obstáculos que tuvieron que enfrentar los científicos, siguieron adelante. Y las preocupaciones generadas por los avances científicos, con el tiempo, también fueron superadas.
La humanidad no solo ha enfrentado posiciones religiosas en contra de la ciencia, ahí está también el holocausto. Cuando en 1905 se inició el siglo del gen, a partir de los trabajos de Mendel, en un pequeño jardín, descubrió las características fundamentales del gen. Dando pie a la genética, es decir, al estudio de la herencia y la variación, término acuñado por William Bateson, llamado “el bulldog de Mendel”. Ello dio pie a Francis Galton, en Inglaterra, en 1883, para la “teoría” de la eugenesia, y presentó un plan estratégico para la mejora de la raza humana, de lo que se trataba era de seleccionar los bien dotados frente a los mal dotados.
Torciendo la genética propusieron la idea de la esterilización de los epilépticos, delincuentes, sordomudos, débiles mentales y gentes con defectos oculares, deformidades óseas, enanismo, esquizofrenia, depresión maníaca y demencia. Y el 29 de marzo de 1924, el Senado de Virginia, en Estados Unidos, autorizó la esterilización eugenésica. Así, otros estados de la Unión Americana adoptaron medidas jurídicas para esterilizar y confinar a hombres y mujeres considerados genéticamente inferiores. Mientras en Europa las ideas de la “limpieza genética”, proliferaban de forma más virulenta. Y en 1933 los nazis promulgaron la Ley de Prevención de la Descendencia Genéticamente Defectuosa y pasaron de esterilizar a los genéticamente defectuosos, para limpiar el futuro Estado Alemán, a exterminarlos. En el holocausto liquidaron seis millones de judíos en campos de concentración y otros tantos millones de Europa del este. También Stalin, apoyándose en Lysenko, un investigador agrícola en Siberia planteó que los genes eran un espejismo creado por la burguesía. Ambos, Hitler y Stalin, utilizaron la teoría de la herencia para establecer su programa político. Hicieron de la genética una herramienta política y cultural, estos son dos ejemplos de ideas muy peligrosas para el desarrollo de la humanidad.
Por eso, frente a los nuevos desarrollos de la ciencia en beneficio de la sociedad, hay que estar alertas y promover los buenos usos de la tecnología. Hace 10 años Kenneth Cukier, investigador sobre inteligencia artificial (IA) en la Universidad de Oxford, junto con Viktor Mayer-Schönberger dieron a conocer para todo el planeta el Big data: la revolución de los datos masivos. Cukier plantea que “aunque debemos adoptar la tecnología y los datos, no hay que hacerlo a expensas del elemento humano, de los profesores, de los compañeros de clase”. Está convencido que “en última instancia, lo que necesitamos enseñar es resiliencia y agilidad mental, a superar los problemas y a hacer frente a la adversidad. Ese es el núcleo de lo que creo que van a ser las necesidades de mucha gente en el siglo XXI”.
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