jueves 28, noviembre, 2024

DOGMA DE FE

¡Está vivo!  

Marcos Durán Flores 

La pesadilla era terrible y profundamente preocupante, pero le dio la idea a Mary Godwin para escribir la historia de terror más reconocida en el mundo. Meses después, durante el mes de junio de 1816, se reunieron en Villa Diodati, Suiza, algunas de las mentes literarias más brillantes del Siglo 19: el poeta Lord Byron, el escritor Percy Shelley y su futura esposa Mary Godwin, quien luego cambió su apellido al de Shelley. 

Contaban entre ellos antiguas historias alemanas de demonios y fantasmas y en medio de ese escalofriante ambiente, Lord Byron lanza el reto para que alguno de los presentes escribiera una obra de terror monumental. Mary Shelley recordó su pesadilla y se dedicó a escribirla durante dos años y en 1818 la publicó con el nombre de “Frankenstein o el moderno Prometeo”. Se inspiraba en la mitología griega y Prometeo, el titán que desafió a Zeus y en castigo fue condenado a padecer eternamente a que un águila le devorara las entrañas. 

“Frankenstein” es una novela que relata los apuntes del diario del capitán Robert Walton y el intercambio epistolar que sostuvo con Margaret, su hermana. Walton estaba a cargo de una demencial expedición de investigación científica por el mar ártico, cuando rescatan casi moribundo a Víctor Frankenstein. El capitán le pide una explicación de su presencia en medio de la nada y éste le cuenta algo increíble. Le dice que alguna vez fue un científico joven y ambicioso, que utilizó sus conocimientos para desafiar a la naturaleza y traer de la muerte a un objeto inanimado, un ser hecho de los despojos de varios cadáveres, un monstruo. Pero que cuando contempló su obra se arrepiente y lo rechaza; este al sentirse despreciado dice: “Maldito sea el día en que recibí la vida, maldito sea mi creador”. 

La novela ha sido adaptada al cine en infinidad de ocasiones, casi todas muy poco apegadas al texto original. De las mejores destacan “Frankenstein”, de 1931 con Boris Karloff como el monstruo y Colin Clive como el científico que al ver que su experimento funciona, lanza aquella frase memorable de “¡Está vivo! ¡Está vivo!, ahora sé lo que se siente ser Dios”. La otra es “Frankenstein de Mary Shelley” de 1994 con Kenneth Branagh dirigiendo y protagonizando a Víctor Frankenstein y Robert De Niro como la bestia. 

Pero en términos literarios, la crítica especializada de la época recibió a la novela con cierto desprecio pues la idea de traer de la muerte a un ser humano, provocaba una especie de repulsión. Sin embargo, este engendro profano, se filtró en el tejido de la sociedad londinense y luego, de todo el mundo.  

Los grandes avances científicos de la época que, junto a la revolución industrial, estaban por extenderse en toda Europa, convirtieron a Frankenstein en una poderosa advertencia en contra de la ciencia y la industrialización. 

A eso se sumaron las voces de escritores e intelectuales preocupados por la sustitución del hombre por la máquina y el efecto que tendría en su relación con la naturaleza. Algunos veían en Frankenstein, un deseo preocupante entre los humanos de “Jugar a ser Dios”, y la utilización del conocimiento con fines malignos. Esto alimentaba una especie de neurosis colectiva acerca de las posibilidades y alcances éticos que pudiera tener la ciencia, los mismos miedos que hoy, luego de 200 años, siguen presentes. 

Y es que, hasta ahora, ninguna obra literaria ha influido tanto en la forma en que mucha gente imagina y conceptualiza la ciencia, los procesos de investigación y la compleja dinámica entre el creador y la creación y sus consecuencias éticas y morales. El temor, a veces infundado, de que ciencia y el conocimiento sean utilizados por personas codiciosas que como el doctor Víctor Frankenstein, pueden perjudicar a la sociedad. Es innegable de que pesar de los notables avances científicos y tecnológicos que hemos alcanzado como especie, estamos dominados por sentimientos como el ego, la soberbia, los prejuicios, la intolerancia, la ambición desmedida y esa enorme capacidad que tenemos para destruirnos y destruir todo a nuestro alrededor. Son los demonios y que habitan en nosotros, fantasmas que viven ocultos en nuestro interior, pero que están ahí, acechantes, listos para despertar al monstruo que todos llevamos dentro, un monstruo que ¡Está vivo!, más vivo que nunca.  

@marcosduranf 

Compartir en: